La gran traición norteamericana a España

Hace unos años escribí mi novela EN UN IMPERIO OLVIDADO; una novela de ficción, como casi todas las que escribo, pero profundamente enraizada con la historia del siglo XVIII y la Corona española, con la mejor intención de desmitificar la LEYENDA NEGRA vertida sobre el Imperio español a través de 500 años.
Sí, me estoy refiriendo, no a las colonias españolas porque nunca existieron tales, ya que fueron provincias de España constituidas en Virreinatos, y sus naturales, súbditos de la Corona con igualdad de deberes y derechos tras la promulgación de las LEYES DE BURGOS u Ordenanzas para el tratamiento de los Indios, firmadas por el rey Católico FERNANDO II DE ARAGÓN, el 27 de diciembre de 1512.
Al terminar la novela EN UN IMPERIO OLVIDADO, quise escribir una segunda parte que titularía EL OCASO DE UN IMPERIO debido a que había acumulado la información suficiente para hacerlo después de haber investigado mucho para escribir la novela precedente.
Se trata de una novela de tal envergadura que, para hacer una gran obra, relatando los motivos de la caída del Imperio español, casi no se puede aplicar la ficción como pensé en un principio, por eso he ido madurando cómo debía estar escrita, siendo fiel a la historia.
Se tratará de una novela muy compleja a la hora de escribirla porque quiero ser riguroso con mi exposición de los hechos, que abarcan un dilatado periodo en el tiempo con situaciones y motivos también muy complejos.
Hay foros en los que se habla de la LEYENDA NEGRA española y, aún a pesar del tiempo transcurrido y las huellas dejadas en los países de aquellos desaparecidos virreinatos, aún se nos sigue acusando de robo y genocidio por parte de la Corona española y los hombres que tuvieron un papel preponderante y decisivo en el gobierno de aquellas tierras.
Recientemente, el presidente de México, don Andrés Manuel López Obrador, en un mensaje dirigido a nuestro rey Felipe VI y al Papa Francisco, exigía, en un discurso populista hacia los ciudadanos de México, y supongo que hacia los actuales países independientes que conformaron hace 500 años el Imperio español, que España y el Vaticano pidiesen perdón por la conquista de aquellas tierras (no por el descubrimiento de las mismas), por el expolio producido del oro y plata de sus minas y por el genocidio llevado a cabo contra sus naturales, lo que me parece de una sinrazón tan grande, que, como en muchas ocasiones, se oculta la verdad de la historia o se silencia, cayendo en un lamentable olvido por parte de nuestros sucesivos gobiernos, de nuestros docentes e historiadores hasta llegar casi al convencimiento por parte del pueblo español de que somos verdaderamente culpables de todo lo que dicen sobre nuestros reyes, gobernantes y sobre nuestra historia.
Claro, los anglosajones que colonizaron el vasto territorio en el este de Norteamérica, al norte del rio Misisipi, eran protestantes pertenecientes a la Iglesia Anglicana promovida por Enrique VIII, y que fueron parte de la reforma protestante que ocurrió en muchos países de Europa. Y todo ello, por la confrontación entre Enrique VIII y el papa Clemente VII a cuenta del deseado divorcio matrimonial del rey inglés.
Ellos, los colonizadores anglosajones, crearon 13 colonias dependientes de Inglaterra hasta que se sublevaron contra el rey a cuenta de las subidas de impuestos con los que grababan los artículos procedentes de Inglaterra, sobre todo, la subida del impuesto del té procedente de la Joya de su Corona: La India.
Durante la guerra de Independencia de las Trece Colonias inglesas contra el Imperio británico, Francia ayudó a los revolucionarios estadounidenses con tropas terrestres comandadas por Rochambeau y por el Marqués de La Fayette y por flotas bajo el comando de marinos como Guichen, de Grasse y d'Estaing.
España, por su parte, lo hizo inicialmente y de forma clandestina gracias a Bernardo de Gálvez y de forma abierta a partir de la batalla de Saratoga, mediante las armas y los suministros proporcionados por los navíos del comerciante vasco Diego María de Gardoqui y abriendo un frente en el flanco sur. Una vez en guerra abierta entre España e Inglaterra, se suministraron 215 cañones de bronce, 30.000 mosquetes y bayonetas, además de balas, pólvora, granadas, tiendas de campaña y hasta uniformes. España se encargó de abastecer de todo lo necesario, incluido oro, a un incipiente y desorganizado ejército estadounidense, que carecía de lo más básico donde incluimos ropa o uniformes.
Luis de Córdova con su acción naval en aguas europeas consiguió capturar 63 barcos británicos, perteneciente a un doble convoy que en 1780 viajaba con destino a las colonias americanas, con sus bodegas cargadas de suministros para la guerra, como eran mosquetes, pólvora, provisiones, efectos navales, vestuario, más de 1.000.000 de libras esterlinas para pagos, además de 52 buques.

La proximidad y la riqueza de la isla caribeña de Cuba provocó que Estados Unidos sintiera un gran apetito por ella y, así, se sucedieron las ofertas de políticos norteamericanos para comprarla. Una de ellas fue la lanzada por el presidente Polk –uno de los que más expandió el territorio de Estados Unidos–, que ofreció más de 100 millones de dólares a los españoles por la isla. Sin embargo, los españoles siempre se negaron a vender (hubo otras ofertas en 1853, 1861, 1869 y 1897).
Decididos a conseguir la isla al precio que fuese, el gobierno estadounidense envió a La Habana el acorazado de segunda clase Maine. ... Sin embargo, a las 21:40 del 15 de febrero de 1898, una explosión iluminó el puerto de La Habana: el Maine había saltado por los aires. De los 355 tripulantes, murieron 254 marineros y dos oficiales, originando el conflicto conocido como guerra hispano-estadounidense, con las consiguientes pérdidas de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam.

Los archipiélagos de las Marianas, Palaos y Las Carolinas, fueron vendidas al Imperio alemán por 25 millones de marcos.

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