LA SITUACIÓN ACTUAL EN ESPAÑA Y EN CATALUÑA


LO QUE DEBERÍAMOS SABER TODOS LOS ESPAÑOLES

Estatuto de autonomía de Cataluña de 1979

Las Cortes surgidas de las primeras elecciones democráticas desde la Segunda República Española celebradas el 15 de junio de 1977, aprobaron la nueva Constitución de 1978, la Asamblea de Parlamentarios catalanes, integrada por todos los diputados y senadores elegidos por las cuatro circunscripciones catalanas, designó una ponencia de veinte de sus miembros para que redactaran el anteproyecto de Estatuto de Autonomía. Estos se reunieron en el parador de Sau y el 29 de diciembre de 1978 presentaron el anteproyecto al plenario que lo aprobó con un único voto en contra. El debate en las Cortes no se inició hasta después de las elecciones de marzo de 1979, en las que la Unión de Centro Democrático (UCD), del presidente Adolfo Suárez, ganó de nuevo en España y la izquierda en Cataluña. El recién fundado Partit dels Socialistes de Catalunya, a partir del PSC-Congrés y de la federación catalana del PSOE, consiguió 17 diputados; el PSUC 8 y Esquerra Republicana de Cataluña, que ya se pudo presentar con sus siglas, 1, aunque UCD pasó a ser la segunda fuerza política, con 12 diputados, por delante de los ocho de la nueva coalición Convergència i Unió, formada el año anterior por Convergència Democràtica de Catalunya de Jordi Pujol y la histórica Unió Democràtica de Catalunya.
El 20 de marzo de 1980 se celebraron las primeras elecciones al Parlamento de Cataluña. En ellas CiU fue la fuerza política más votada (45 diputados), seguida por el PSC-PSOE (33 escaños), que hasta entonces había ganado todas las elecciones celebradas en Cataluña. El líder de CiU Jordi Pujol ofreció al PSC formar un gobierno de coalición pero los socialistas catalanes rechazaron la oferta, por lo que Pujol formó un gobierno monocolor, y cedió a Heribert Barrera, líder de Esquerra Republicana de Cataluña (quinta fuerza con 14 escaños) la presidencia del Parlamento de Cataluña.
Y a partir de aquí comienza el gran problema catalán con España, con La primera Ley de Normalización Lingüística del 6 de abril de 1983, que contó con el apoyo unánime del Parlament. Fue precedida por la polémica suscitada por un manifiesto hecho público en marzo de 1981 titulado Por la igualdad de los derechos lingüísticos en Cataluña, también conocido como Manifiesto de los 2.300. En él se denunciaba la supuesta persecución del castellano por parte de la Generalitat, y fue respondido por el manifiesto Crida a la Solidaritat en Defensa de la Llengua, la Cultura i la Nació Catalanes, del que surgió la plataforma Crida a la Solidaritat que organizó la manifestación del 14 de marzo de 1982 en contra de la LOAPA bajo el lema Som una nació ('Somos una nación'). La segunda fue mucho más polémica. Se trató de la Ley de Política Lingüística del 7 de enero de 1998 que fue duramente contestada por el gobierno de José María Aznar y por los medios de comunicación afines con sede en Madrid, contrarios a la inmersión lingüística de los niños en las escuelas y que denunciaban la «persecución» del castellano en Cataluña. La respuesta fue la Declaración de Barcelona firmada conjuntamente por CiU, PNV y BNG en la que se defendían los «derechos nacionales» de Cataluña, País Vasco y Galicia.
Más polémica aún fue la proposición no de ley aprobada por el Parlamento de Cataluña con la oposición del Partit dels Socialistes de Catalunya y la ausencia del PP el 12 de diciembre de 1989, dos meses después de la caída del muro de Berlín, en la que se decía unilateralmente «que la aceptación del marco constitucional no implica la renuncia del pueblo catalán a la autodeterminación».

Pero vayamos a meollo del problema suscitado por la modificación del Estatuto de Cataluña en 2006 y la concesión de la enseñanza del catalán en colegios, institutos y Universidades catalanas; base para que la inmersión lingüística desde las fases primarias de la enseñanza hasta las Universidades hayan dado lugar al sentimiento de Cataluña como nación, con la connivencia de “todos” los gobiernos de España hasta el momento, dando lugar a una situación insostenible y de difícil solución.
Aunque desde mi modesto entender, el problema viene desde la propia concesión de Comunidad autónoma a lo que habían sido regiones administrativas españolas.

El Estatuto de 2006 es conocido informalmente como Estatuto de Miravet por haber sido en el municipio de Miravet, en la Ribera de Ebro, donde se reunieron los parlamentarios catalanes de todos los partidos para ponerlo en marcha en una fase inicial.

Incluye, entre otros aspectos, el sistema institucional en que se organizaba la Generalidad de Cataluña, las competencias que le correspondían y su tipología, derechos y deberes de los ciudadanos, el régimen lingüístico, las relaciones institucionales de la Generalidad y la financiación de la Generalidad. El poder legislativo lo encarnaba el Parlamento de Cataluña, mientras que el ejecutivo lo encarnaba el Gobierno de Cataluña. Ambos poderes seguían sujetos al Parlamento y al Gobierno de España en los términos previstos en la legislación. El poder judicial lo encarnaba en exclusiva el Consejo General del Poder Judicial, ya que la Administración de Justicia era una competencia exclusiva de España.

En su preámbulo, (Redacción final aprobada por las Cortes Generales en 2006), dice:

Cataluña ha ido construyéndose a lo largo del tiempo con las aportaciones de energías de muchas generaciones, de muchas tradiciones y culturas, que han encontrado en ella una tierra de acogida.
El pueblo de Cataluña ha mantenido a lo largo de los siglos una vocación constante de autogobierno, encarnada en instituciones propias como la Generalitat -que fue creada en 1359 en las Cortes de Cervera- y en un ordenamiento jurídico específico recogido, entre otras recopilaciones de normas, en las «Constitucions i altres drets de Catalunya». Después de 1714, han sido varios los intentos de recuperación de las instituciones de autogobierno. En este itinerario histórico constituyen hitos destacados, entre otros, la Mancomunidad de 1914, la recuperación de la Generalitat con el Estatuto de 1932, su restablecimiento en 1977 y el Estatuto de 1979, nacido con la democracia, la Constitución de 1978 y el Estado de las autonomías.
La libertad colectiva de Cataluña encuentra en las instituciones de la Generalitat el nexo con una historia de afirmación y respeto de los derechos fundamentales y de las libertades públicas de la persona y de los pueblos; historia que los hombres y mujeres de Cataluña quieren proseguir con el fin de hacer posible la construcción de una sociedad democrática y avanzada, de bienestar y progreso, solidaria con el conjunto de España e incardinada en Europa.
El pueblo catalán sigue proclamando hoy como valores superiores de su vida colectiva la libertad, la justicia y la igualdad, y manifiesta su voluntad de avanzar por una vía de progreso que asegure una calidad de vida digna para todos los que viven y trabajan en Cataluña.
Los poderes públicos están al servicio del interés general y de los derechos de la ciudadanía, con respeto al principio de subsidiariedad.
Es por todo ello que, siguiendo el espíritu del Preámbulo del Estatut de 1979, el presente Estatuto asume que:
Cataluña es un país rico en territorios y gentes, una diversidad que la define y la enriquece desde hace siglos y la fortalece para los tiempos venideros.
Cataluña es una comunidad de personas libres para personas libres donde cada uno puede vivir y expresar identidades diversas, con un decidido compromiso comunitario basado en el respeto a la dignidad de todas y cada una de las personas.
La aportación de todos los ciudadanos y ciudadanas ha configurado una sociedad integradora, con el esfuerzo como valor y con capacidad innovadora y emprendedora, valores que siguen impulsando su progreso.
El autogobierno de Cataluña se fundamenta en la Constitución, así como en los derechos históricos del pueblo catalán que, en el marco de aquélla, dan origen en este Estatuto al reconocimiento de una posición singular de la Generalitat. Cataluña quiere desarrollar su personalidad política en el marco de un Estado que reconoce y respeta la diversidad de identidades de los pueblos de España.
La tradición cívica y asociativa de Cataluña ha subrayado siempre la importancia de la lengua y la cultura catalanas, de los derechos y de los deberes, del saber, de la formación, de la cohesión social, del desarrollo sostenible y de la igualdad de derechos, hoy, en especial, de la igualdad entre mujeres y hombres.
Cataluña, a través del Estado, participa en la construcción del proyecto político de la Unión Europea, cuyos valores y objetivos comparte.
Cataluña, desde su tradición humanista, afirma su compromiso con todos los pueblos para construir un orden mundial pacífico y justo.

Para quien esté interesado en una mayor información sobre el Estatuto de Cataluña de 2006, puede seguir el siguiente enlace: https://es.wikipedia.org/wiki/Estatuto_de_Autonom%C3%ADa_de_Catalu%C3%B1a_de_2006

Según europapress/España, en su informe del 06/10/2017 13:59:11, la diversidad de orígenes de la población que vive en Cataluña, el comercio con otras regiones del país, los lazos del sistema financiero con España o la manera en que funciona la financiación pública son algunos ejemplos del intrincado sistema de relaciones que une Cataluña al resto de España. Cataluña es una economía muy dependiente del sector exterior.
El ministro de Economía, Luis de Guindos, señaló el 26/09/2017 00:15 horas que la independencia de Cataluña sería "un suicidio", especialmente desde el punto de vista económico. No es para menos, ya que la exportación es uno de los principales pilares de su actividad y el mercado comunitario es su principal destino, que aglutina el 80% de sus ventas al exterior. Y estas ventas, en una Cataluña independiente, tendrían aranceles que las encarecerían hasta un 15%, según añadió De Guindos.

Raúl Jaime Maestre, @ruljaimemaestre en su Blog Salmón escribe un artículo interesante y clarificador sobre la situación de Cataluña si se llegase a independizar de España:
La economía juega un papel clave dentro del proceso independentista que quiere Cataluña. Las cifras y los números son los principales argumentos del “Govern de la Generalitat” a la hora de defender la separación de España.
En especial, los que evidencian que Cataluña aporta a las arcas españolas más de lo que está recibiendo por el reparto que se realiza entre todas las Comunidades Autónomas. En cambio, los contrarios a la independencia de Cataluña también están recurriendo a las cifras para tratar de contener “el procés”.
El resultado son 2 bandos enfrentados que se acusan mutuamente de manipular las cifras y estableces escenarios que no se van a producir. Según a quien se escuche, Cataluña será un país próspero o caerá en la absoluta miseria, pero una cosa está clara que España quedará gravemente herida por la separación de Cataluña.
Nos podemos preguntar: ¿Cómo va a afectar económicamente la perdida de Cataluña para el resto de la comunidades autónomas de España?

¿Cómo afectará a España que una de las regiones más prosperas del conjunto de la comunidades se vaya?

Tras la grave crisis que se ha extendido más de una década, España aún no se ha recuperado del todo. Alrededor de 4 millones de personas todavía no tienen trabajo y más de la mitad están buscando hace más de 1 año.
Si no se tienen en cuenta a los ciudadanos catalanes, el número de personas en paro es de 3.416.900 de personas. Una situación que se puede agravar si España pierde una de sus regiones más ricas. Cataluña ha registrado en 2016 un PIB récord, con 223.629 millones de euros.
La independencia de Cataluña le costaría al resto de comunidades autónomas de España el 19 por ciento del PIB y el 18,4 por ciento de su tejido empresarial, aunque se puede reducir con el cambio de sedes sociales de las empresas catalanas que se están produciendo estas últimas semanas.
El resultado sería un España más pobre, ya que el PIB per cápita disminuiría hasta los 23.250 euros. Cataluña aporta alrededor de 70.300 millones de euros a las arcas españolas, la segunda comunidad autónoma que aporta más después que la Comunidad de Madrid. Cataluña contribuye mucho más en impuestos, 21 por ciento del total del país, de lo que recibe a su vez del gobierno.
De estos, el gobierno central de España se queda con 11.500 millones de euros que utiliza para ayudar a áreas más desfavorecidas de España como serían Extremadura, Andalucía o las ciudades de Ceuta y Melilla. Lo que se entiendo un reparto solidario de la recaudación, pero el Govern de la Generalitat no lo ve así.
Los partidarios de la independencia han aprovechado el desequilibrio, argumentando que la suspensión de las transferencias a Madrid convertiría el déficit presupuestario de Cataluña en un superávit.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) se muestra preocupado por la situación, ya que considera que las perspectivas actuales para España son buenas, pero si se prolongan las tensiones políticas en Cataluña podría afectar a la confianza de la inversión y el consumo.

¿Cómo afectará a la innovación y al emprendimiento de España que Cataluña se vaya?

Cataluña es una de las regiones que más invierten en I+D y ha desarrollado industrias pioneras dentro del conjunto del estado español. De las 108.963 publicaciones científica producidas por universidades españolas en la última década, un 25,68 por ciento han sido de científicos catalanes.
La siguiente comunidad es la Comunidad de Madrid, con casi 6 puntos porcentuales menos, es decir, 19,91 por ciento. Además la ciudad de Barcelona ocupa el quinto lugar en Europa en creación de startups, una posición por delante de Madrid.
Durante el 2016, las empresas de Barcelona captaron 282 millones de euros, lo que representa el 56 por ciento del total de las inversiones realizadas en el conjunto de ciudades de España. También Cataluña lidera las peticiones de peticiones de patentes de España, en 2016, el 35,1 por ciento de las 547 patentes que se solicitaron en España. Esta cantidad está muy por delante del20,6 por ciento de Madrid, que ocupa el segundo puesto de solicitud de patentes.

¿Cómo afectará a España la pérdida de las infraestructuras catalanas?

Con la independencia de Cataluña, España perdería el puerto más importante que tiene en el Mediterráneo, el puerto de Barcelona. Este puerto tiene 22 kilómetros de muelles y amarres, y el año pasado tuvo un tráfico superior a las 48 millones de toneladas.
El puerto de Barcelona es clave para el turismo, ya que casi 4 millones de pasajeros pasaron por allí durante el 2016. Además, cruceros como el Harmony of the Seas, el más grande del mundo, tiene de base el puerto de Barcelona.
Otro puerto relevante ubicado en Cataluña es el puerto de la ciudad de Tarragona, donde también se encuentra la mayor red de la industria química de España.
En Cataluña, operan varios aeropuertos importantes, entre ellos el aeropuerto de 'El Prat', que rivaliza en número de pasajeros con el aeropuerto de Madrid 'Aldofo Suárez-Barajas'. En el 2016 vivió el mejor registro de su historia, con 44,1 millones de viajeros.
La región también acoge a 2 de las 6 centrales nucleares que todavía están activas en España y que producen el 40 por ciento de la energía nuclear de consumo. A esto se le puede añadir la red ferroviaria que conecta las ciudades más importante del mediterráneo con las francesas e italianas, tanto de mercancías como de pasajeros.

¿Cómo afectará a España la salida de Cataluña en materia de deuda externa y activos?

Uno de los más espinosos de este proceso es el de la deuda externa que tendría la República Catalana. Cataluña tendría que asumir la deuda que se encuentra a nombre de la Generalitat de Catalunya, los gobiernos provinciales y los municipios.
Esta cantidad asciende hasta los 90.000 millones de euros, que equivale al 35,4 por ciento de su PIB. De esta cantidad, 61.000 millones de euros corresponden a compromisos con el gobierno español.
La deuda a nombre de España se utiliza para el pago de gastos e inversiones en beneficio de todas las regiones, incluida Cataluña, por lo que se insiste en que Cataluña se deberá hacerse responsable de la parte que le corresponde.
El peso de la economía catalana en la deuda del conjunto de España se estima en 180.000 millones de euros. Además se debe sumar el valor de los activos que el estado español tiene en Cataluña, que se estiman en 50.000 millones de euros.
La deuda total de la República Catalana, según estimaciones, sería de alrededor de 290.000 millones de euros, lo que supone el 145 por ciento de su PIB actual. Organismos como en 'CATN' niegan que Cataluña deba aceptar las deudas contraídas para inversiones y obras realizadas fuera de Cataluña.
Pero si que aconseja el 'CATN' negociar aquella deuda que no se pueda atribuir a una comunidad autónoma en concreto, siempre que estado español transfiera a la República Catalana parte de los activos que fueron comprados con ese dinero.
Es decir, si España se endeudó para crear una empresa pública que funciona a nivel de toda España, Cataluña deberá asumir parte de la deuda siempre que reciba las acciones correspondientes a esa empresa.
Como las posibilidades de negociación parecen ser pocas, en este momento, en caso de la independencia, lo más probable es que España tenga que pagar el total de las deudas mientras entra en conflicto con la República Catalana en los tribunales internacionales.
Cataluña espera que España debe repartirle de manera equitativa los bienes públicos que se encuentras fuera del país como serían las embajadas, las plataformas de petróleo, las bases militares, las cuentas corrientes en bancos extranjeros, los satélites espaciales...

¿Cómo afectará a España la pérdida de patrimonio cultural y turístico catalán?

España nadie puede dudar que en la actualidad es una potencia turística. Durante el 2016 batió el récord con 75,3 millones de turistas extranjeros, casi un 10 por ciento que el año anterior. Pero casi la cuarta parte, el 22,5 por ciento, los turistas venían a una ciudad catalana.
Cataluña en 2016 recibió a 17 millones de viajeros procedentes de las fronteras españolas. Alrededor de 4 millones menos que la comunidad autónoma que ocupó el segundo lugar de procedencia de turistas, las islas Baleares.
Las costas, la facilidad de viaje en tren o autobús, esquiar las montañas de los Pirineos y la oferta cultural ofrecen a los turistas una gran riqueza en patrimonio cultural. Además de las obras de los arquitectos Antoni Gaudí: Parque Güell, la Sagrada Familia y la Casa Milà i Fontanals.
No solo estas obras quedarían fuera de España, sino que el Govern de la Generalitat también podría pedir la devolución de los archivos, bienes culturales y patrimonio nacional que hagan referencia Cataluña o cuyo autor haya sido de procedencia catalana. Esto puede significar que obras de Salvador Dalí o Joan Miró que la actualidad están en museos de España deberían regresar a Cataluña.
Durante los últimos años, los políticos nacionalistas catalanes se han afanado en defender que Cataluña podía ser un país independiente porque sus exportaciones no dependen tanto del resto de España como lo hacían unos años atrás. Sin embargo, las cifras son todavía tozudas y demuestran que la región está mucha más vinculada a pequeñas regiones españolas que a grandes áreas del exterior. Por ejemplo, Cataluña vende más productos a Aragón (1,3 millones de habitantes) que a Francia (66,9 millones) o Alemania (82,7 millones) y que exporta tanto a Estados Unidos como a Cantabria, pese a que el PIB de la primera potencia mundial es 1.300 veces mayor que el de la región septentrional, de acuerdo con los últimos datos del Ministerio de Economía y Ceprede.
Es cierto que las exportaciones de Cataluña se han intensificado durante la última década (como, por otra parte, sucede en todas las regiones españolas, que han alcanzado el récord histórico de comercio exterior), compensando un frenazo de las compras por parte de otras comunidades autónomas. No obstante, el grueso de los mercados abiertos se encuentran dentro de la Unión Europea y no fuera de sus fronteras. Por eso, esta lógica independentista olvida que una secesión al margen de la Constitución y la Ley españolas no sólo le cerraría el acceso al mercado nacional, sino también la entrada preferente al comunitario, al quedar fuera de la Unión Europea. Y diecisiete de los veinte principales socios comerciales catalanes se encuentran dentro del mercado común.
En concreto, Aragón lidera el ránking de destino de los productos catalanes, con ventas por valor de 10.781,9 millones de euros al año, seguido de Francia (10.460,4 millones de euros), Alemania (7.736,3 millones), Italia (5.932,3 millones) y Comunidad Valenciana (4.993,9 millones). Completan el top ten Portugal, la Comunidad de Madrid, Reino Unido, Andalucía y Baleares. Estas cifras ponen de manifiesto dos hechos. Por un lado, la extrema ligazón a las comunidades autónomas españolas, muy superior a la que Cataluña experimenta con los grandes países europeos. De hecho, estas cinco regiones, que suman 22 millones de habitantes, tienen un peso casi tan gran grande la facturación de las empresas catalanas como los otros cinco países, poblados por 286 millones de ciudadanos (trece veces más). Por otro, que la dependencia del mercado comunitario sigue siendo enorme, dado que estas diez áreas, suman el 55% de las exportaciones catalanas y una cuarta parte del PIB de la región.

Suiza y Estados Unidos

Hace falta descender hasta el decimotercer y el decimocuarto puestos para encontrar dos países fuera de la Unión Europea en el ránking de exportaciones catalanas: Suiza y Estados Unidos. Sin embargo, aquí hay que introducir una salvedad: la presencia de importantes acuerdos comerciales en ambos casos. Así, Suiza es miembro de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA, por sus siglas en inglés), sujeto a más de 120 acuerdos bilaterales elaborados a lo largo de las últimas cuatro décadas, mientras que Estados Unidos está negociado el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) con la UE. Las dificultades para sacar adelante este acuerdo auguran una difícil negociación para Cataluña. Con todo, la preponderancia de EEUU en la balanza exterior catalana es muy pequeña, comparada con su peso en la economía mundial. De hecho, las ventas a la primera potencia mundial quedan al mismo nivel que las ventas a Cantabria o País Vasco y quedan por debajo de las que se dirigen a Castilla-La Mancha o las Islas Baleares. Así, las ventas de Cataluña a Estados Unidos apenas suponen el 3,3% de sus exportaciones, por un 4,4% en el caso del conjunto del país, lo que muestra que esta relación tampoco está demasiado bien imbricada.
Según Pablo M. Beleña, de Economía/Diariocrítico, ante la pregunta económica del momento:

 ¿y qué haría España sin Cataluña?, nos dice: Ninguna de las dos partes saldría ganando, sino que se empobrecerían notablemente.

Los debates independentistas en los últimos años se han acrecentado y tomado una nueva perspectiva, dejando la utopía y caminando hacia el realismo político. Otra cosa es lo que sería una Cataluña independiente en el campo económico, sobre todo por lo que perdería España como Estado.
Cuando se inició el debate soberanista ya se analizó y desde Diariocrítico ofrecimos un estudio cuyas conclusiones llegaban a que Cataluña sí tendría potencial de sobra para ser independiente también en lo puramente económico. Aunque no en estos tiempos de crisis, ya que tendría imposible financiarse en los mercados y no podría afrontar el pago de su deuda -considerada prácticamente como bonos basura-, con lo que también le condena a no pensar en separarse de España en algunas décadas, al menos hasta que arregle sus cuentas internas.
Por otra parte, en caso de una división del territorio, Cataluña tendría que asumir también proporcionalmente la deuda del Estado, no la deuda catalana, por lo que quedaría casi con unos 200.000 millones de euros de deuda en total.
Cataluña tiene aproximadamente un PIB de 210.000 millones de euros, con 32.000 kilómetros cuadrados y algo más de 7 millones de habitantes. Dinamarca, por ejemplo, tiene 43.000 kilómetros cuadrados, una población de 5,5 millones y un PIB de 206.000 millones de euros. Es decir, casi lo mismo con menos población y menos territorio productivo. Dicho de otra manera, la economía catalana es fuerte, pero no estaría en una primera línea de los países más ricos de Europa.
En todo caso, la pregunta que ahora nos hacemos es justo la contraria: ¿podría España mantener su nivel económico sin Cataluña? Bien, vayamos por partes. Como es sabido, el Producto Interior Bruto (PIB) es un indicador económico que refleja la producción total de bienes y servicios asociada a un país durante un determinado periodo de tiempo. En 2009, antes de que la crisis presentara su peor cara, España era la quinta economía europea, con un PIB de 1.050.000 millones de euros. Le superaban Alemania, Francia, Reino Unido e Italia, por ese orden.
Pero la crisis que tanto ha golpeado a nuestro país ha hecho que el PIB se contrajera sin freno, llegando hasta los 1.049.525 millones de 2012, el último contabilizado. En 2013, como es sabido, seguirá la recesión, por lo que la cifra bajaría del billón, una cifra simbólica que golpeará la moral de España, por mucho que se espere un crecimiento en 2014.
El caso es que España no sólo perdería los 200.000 millones del PIB catalán, sino también todo el enriquecimiento generalizado como país que genera la actividad económica catalana. Ya sólo perder Cataluña sería como perder el 20% del PIB, lo que supondría una contracción inasumible, pero también se iría incrementando con el paso del tiempo, al perder los lazos económicos, por mucho que se mantenga una buena relación de intercambio comercial.
Además, las grandes firmas catalanas en el sector financiero o energético, tales como La Caixa, Catalunya Banc, Banco Sabadell, Gas Natural Fenosa; del sector de la construcción, Abertis; compañías alimenticias: Nutrexpa, Gallina Blanca, Cacaolat, Damm, San Miguel...; firmas de moda, Mango; o editoriales, Salvat, Grijalbo, Ediciones B, Planeta..., tendrían que decir algo.
De hecho, algunas ya se han pronunciado, como Planeta o Mango. Muchas de ellas dejarían de obtener contratos públicos con el Estado español, por no hablar de los particulares, que abandonarían por desafecto estas relaciones comerciales, además de perder mercado: de vender sus productos con seguridad comercial a una población de 50 millones de habitantes, ahora lo harían para una de 7 millones -la catalana-, y todo lo demás sería conseguirlo ya en un mercado exterior, el español. Y no hay que olvidar que la Unión Europea sería un campo de minas para Cataluña: todo lo que no fuera entrar en ella sería una desgracia para la hipotética nueva nación catalana.
Pero todos estos puntos negativos para las compañías catalanas también tendrían un efecto negativo en España: estas empresas son tejido industrial español que dejaría de enriquecer a las cuentas públicas, así como dejar de aportar impuestos para el sistema fiscal. Los empleos que podrían perderse serían otro punto a tener en cuenta, igualmente desastroso. La conclusión es clara: la independencia catalana no convendría a ninguna de las dos partes, pero, claro, la política es otra cosa, tantas veces peleada con la parte racional que aporta la economía. "Es la economía, estúpida", que dirían en Estados Unidos.

Difícil encaje de bolillos tienen que hacer nuestros políticos para normalizar la situación, pero, desde luego, no pasa por considerar a España como una nación plurinacional ni un estado federal, sino por la recentralización de todos los poderes, de nuevo, en el gobierno central, y la desaparición de las Autonomías, a pesar de que muchas personas no estén de acuerdo, generando controversias.