CAMBIO CLIMÁTICO/ CALENTAMIENTO GLOBAL

 

 

CAMBIO CLIMÁTICO

No cabe la menor duda que todos los habitantes de este planeta llamado Tierra estamos muy preocupados por el cambio climático. La subida de las temperaturas, el aumento o disminución de lluvia en determinadas regiones y el aumento de borrascas y vientos huracanados en épocas del año, insólitas en otros tiempos pasados.

No, que nadie se confunda con el contenido de este artículo. No soy un negacionista del cambio climático, pero tengo mis dudas sobre qué es lo que condiciona este cambio climático, tal y como nos lo pintan muchos gobiernos.

Por esa misma razón me pregunto: ¿No estará todo condicionado por unos medios económicos mundiales que acusan del cambio climático al consumo de energías fósiles?

Tampoco soy una autoridad en la materia como para contradecir lo que muchos expertos dicen, sin embargo, sí soy una persona que se interesa por aprender “todo” lo concerniente a un tema, y por eso indago y busco las fuentes alternativas que me saquen de mi desconocimiento aplicando solamente la lógica.

Hoy, en Dubái ha dado comienzo La Cop28 con una mayor ambición contra la escalada de la crisis climática, y el presidente de España viaja a esa conferencia con una ambiciosa agenda sobre este asunto. Sin embargo, de los ocho principales productores de petróleo: Rusia, Arabia Saudita, Estados Unidos, Australia, Brasil, Canadá, China y Emiratos Árabes Unidos, los presidentes de los dos países que más contribuyen al calentamiento global no acudirán a la cumbre del clima que se celebra en esa capital de Emiratos Árabes Unidos.

La Tierra ha ido sufriendo modificaciones climáticas a lo largo de sus 45000 millones de años, y algunos ejemplos de lugares en la Tierra que hoy son desiertos y en la antigüedad estaban cubiertos por el mar son:

El desierto del Sahara: Antes de convertirse en un desierto, el Sahara era una vasta extensión de agua conocida como el mar de Tethys, que se formó hace unos 260 millones de años.

El desierto de Gobi: En el pasado, el desierto de Gobi era una región cubierta por el mar de Turgai. A lo largo de millones de años, se fue secando y transformando en el desierto árido que es hoy.

El desierto de Atacama: A pesar de tener una superficie árida y escasa precipitación, en el pasado el desierto de Atacama estaba sumergido bajo el océano Pacífico. Durante millones de años, la acción de las placas tectónicas lo elevó y se secó.

El desierto de Mojave: Hace millones de años, el desierto de Mojave estaba sumergido bajo el mar de California. La elevación de las montañas circundantes, como la sierra de Nevada, y el cambio en el nivel del mar causaron su desaparición.

El desierto de Namibia: El desierto de Namibia, en el suroeste de África, es considerado uno de los desiertos más antiguos del mundo. Hace millones de años, esta área estaba cubierta por el océano Atlántico.

Estos son solo algunos ejemplos de lugares en la Tierra que alguna vez estuvieron bajo el agua y ahora son desiertos. La formación y evolución de los desiertos es un proceso largo y complejo que implica cambios geológicos y climáticos a lo largo de millones de años, y todavía no habían aparecido las energías fósiles ni los gases de efecto invernadero que no fuesen naturales.

Sí, es cierto que a mayor consumo de energías contaminantes, aceleramos el calentamiento global, ¿pero se debe solamente el calentamiento global al consumo de esas energías? En tal caso, ¿por qué los dos países más contaminantes del mundo, y uno de ellos, los Estados Unidos, no acuden a la cumbre sobre el calentamiento global? ¿Por intereses económicos? Posiblemente.

Pero hagamos un análisis sobre qué es lo que permite que haya vida en la Tierra:

La Atmósfera: Es la capa gaseosa y se extiende desde la superficie terrestre hasta el espacio. Contiene el oxígeno que necesitan los seres vivos para vivir y otros gases (nitrógeno, dióxido de carbono, vapor de agua, etc.). También contiene la capa de ozono, que nos protege de los rayos ultravioleta del Sol (muy peligrosos para los seres vivos).

La Hidrosfera: Incluye todas las masas de agua líquida o sólida que hay en el planeta. Océanos, mares, ríos, lagos, aguas subterráneas, glaciares y nieve.

La Litosfera: Compuesta por las rocas y minerales que forman la superficie terrestre.

La Biosfera: Formada por todos los seres vivos que viven en el planeta.

¿Los terremotos y las erupciones volcánicas también son producidas por el consumo de energías fósiles? ¿Son contaminantes los gases que emiten los volcanes?

Los volcanes son una fuente natural de emisiones de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, el dióxido de azufre y el vapor de agua. La cantidad de gases que emiten los volcanes varía según el tipo de volcán y la frecuencia y magnitud de las erupciones. Según la Enciclopedia Británica, hay alrededor de 1,500 volcanes activos en todo el mundo.

Es difícil dar una respuesta precisa a la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero que emiten los volcanes, ya que depende de muchos factores, como el tipo de volcán, la frecuencia y magnitud de las erupciones, entre otros.

Qué gases liberan los volcanes

Los volcanes emiten diferentes gases, entre los que se encuentran:

Vapor de agua: es el gas volcánico más común, constituyendo normalmente más del 60% de las emisiones. El vapor de agua emanado por los volcanes corresponde generalmente a agua de origen meteórico pero en algunos casos el agua de origen magmático puede constituir más del 50% del vapor emitido por un volcán.

Dióxido de carbono: es otro gas común liberado por los volcanes, que suele comprender de 10 a 40% de las emisiones.

Ceniza y polvo: son liberados en columnas al aire que llegan a alcanzar una altura de entre 5 y 40 km, dependiendo del tipo de volcán de su magnitud.

Sulfuro: es un gas dañino liberado por los volcanes. Cuando los gases reaccionan con el oxígeno, la humedad y la luz solar de la atmósfera, se forma el esmog volcánico, un tipo de contaminación del aire.

Monóxido de carbono y otros gases dañinos: también son liberados por los volcanes.

Además, aunque los volcanes no son la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero, las erupciones volcánicas pueden tener un impacto significativo en el clima global. Las erupciones volcánicas liberan grandes cantidades de gases y partículas en la atmósfera, lo que puede afectar la temperatura global y los patrones climáticos. Por ejemplo, la erupción del Monte Pinatubo en 1991 liberó suficiente dióxido de azufre en la atmósfera para enfriar la temperatura global en aproximadamente 0.5 grados Celsius durante varios años. Sin embargo, los efectos de las erupciones volcánicas en el clima son temporales y no pueden compensar el impacto a largo plazo de las emisiones de gases de efecto invernadero de la actividad humana.

Uno de los grandes temas en la actualidad es el del cambio climático. Pero, sin desestimar la crisis climática que estamos atravesando, lo cierto es que a lo largo de la historia de la Tierra hubo severos y abruptos cambios climáticos, que se diferencian del actual por las causas que los originaron.

A lo largo de la historia de la Tierra, ha habido muchos cambios climáticos, algunos de los cuales fueron muy severos y abruptos. Sin embargo, la paleo climatología ha identificado varios períodos de cambios climáticos significativos en la historia de la Tierra, como el Máximo Jurásico, el Máximo térmico del Paleoceno-Eoceno y las glaciaciones del Pleistoceno.

Es importante tener en cuenta que el cambio climático actual, caracterizado por un aumento de la temperatura media global, es causado principalmente por la actividad humana, como la quema de combustibles fósiles y la deforestación. El calentamiento global está provocando un aumento en la temperatura global, lo que a su vez está provocando cambios en los patrones climáticos, como sequías, inundaciones y tormentas más intensas. Además, el calentamiento global también está provocando el derretimiento de los glaciares y el aumento del nivel del mar, lo que puede tener graves consecuencias para las comunidades costeras. Es importante tomar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar los efectos del cambio climático. Algunas de estas medidas incluyen la transición a fuentes de energía renovable, la conservación de los bosques y la reducción del consumo de carne por la cantidad de agua que precisa cada animal para conseguir aumentar su peso en un kilo (según dicen los ecologistas, pero estimo que también hace falta una ingente cantidad de agua para producir los vegetales que consumimos, unos más que otros, claro).

La atmósfera inicial estaba formada por gases muy tóxicos, entre ellos el dióxido de carbono, procedentes de las actividades volcánicas que ocurrían en el planeta. Con la llegada del agua esta atmósfera incluyó el vapor de agua.

La composición de la atmósfera actual está muy relacionada con la aparición de la vida en la Tierra. Los primeros organismos vivos que habitaron el planeta eran bacterias que utilizaban los rayos del Sol para realizar la fotosíntesis. Gracias a la fotosíntesis disminuyeron los niveles de dióxido de carbono y apareció el oxígeno en la atmósfera, gracias al cual podemos respirar todos los seres vivos. La cantidad de oxígeno que había en la atmósfera era tan grande que comenzó a convertirse en ozono, y se formó en la atmósfera una capa, que actúa como escudo de los rayos ultravioleta del Sol, muy dañinos para los seres vivos. Por tanto, el hecho de tener oxígeno y la capa de ozono favoreció que los seres vivos se movieran de los océanos a los continentes y finalmente conquistaran todo el planeta conformando la biosfera.

Corteza: Es la capa más fina y superficial y en ella y sobre ella se sitúan la litosfera, la hidrosfera, la biosfera y la atmósfera. Por debajo se encuentra el manto.

Manto: Capa inmediatamente situada debajo de la corteza. Está formada por el magma, rocas en estado líquido debido a las altas temperatura. El magma sale a la superficie terrestre por medio de los volcanes, y entonces se llama lava. Está dividido en manto externo (próximo a la corteza terrestre) y en manto interno (próximo al núcleo).

Núcleo: Es la capa más interna y está rodeada por el manto. Está formada por metales, especialmente hierro y níquel. También se divide en núcleo externo (estado líquido) y núcleo interno (estado sólido).

La Tierra es el único planeta conocido donde existe la vida. Esta rareza se debe sobre todo a tres razones principales: la presencia de oxígeno, la existencia de agua y la capa de ozono.

Las placas tectónicas son como las fichas del puzle de la Tierra y están formadas por continentes y los suelos oceánicos. Estas fichas pueden moverse, crearse y desaparecer, es lo que se conoce como Tectónica de placas. En los océanos se fractura el suelo y el magma del interior sale a la superficie, al entrar en contacto con el agua se enfría y forma nueva corteza. La creación de la nueva corteza empuja la que había antes y desaparece hacia el interior de la Tierra por debajo de los continentes.

Una vez que se formó el planeta aparecieron distintos elementos y procesos que han producido el planeta que hoy tenemos.

Tal vez sea una explicación para niños, pero es la más sencilla sobre por qué hay agua en la tierra: Los océanos aparecieron hace 4.400 millones de años. La superficie terrestre se había vuelto una corteza de roca dura por el enfriamiento del interior del planeta, aunque aun así la actividad volcánica era intensa. El origen del agua en la Tierra tiene lugar en los meteoritos y cometas. Estas masas de roca contenían hielo y al chocar con la superficie caliente de la Tierra se derritió y se formó agua líquida. El vapor de agua se mezcló con otro gas que ya había en la Tierra, el dióxido de carbono. Esta mezcla hizo que el planeta se llenara de nubes y por tanto no podía recibir luz y calor del sol y comenzó a enfriarse, el vapor se condensó y originó la lluvia. Llovió y llovió durante miles de años y el planeta comenzó a llenarse de agua, dando lugar a los océanos. Aunque no me preguntéis por qué el agua del mar es salada, que si cabe, lo explicaré en otro artículo, pero desde luego no se debe a la cantidad de bacalao que habita en el mar. (Me permitiréis la licencia de una pequeña broma que se le dice a los niños).

Cambios climáticos a lo largo de la historia

Sin desestimar la crisis climática que estamos atravesando, lo cierto es que a lo largo de la historia de la Tierra hubo severos y abruptos cambios climáticos, que se diferencian del actual por las causas que los originaron. Para adentrarnos más en materia del clima global, debemos caber acerca de los tipos de cambios climáticos, cuáles son, sus causas y consecuencias.

Antes de comenzar con el desarrollo del artículo, debemos entender qué es el cambio climático. Precisamente el cambio climático se define como variaciones significativas en los componentes del clima que perduran por un tiempo considerable, desde décadas hasta siglos.

Muchos fueron los cambios que sucedieron en el clima a lo largo de la historia de la Tierra a través del tiempo, pudiéndolos dividir en dos grupos:

Cambios climáticos del pasado: una serie de alteraciones en el clima marcadas por períodos fríos y períodos cálidos.

Cambio climático actual: caracterizado por un aumento de la temperatura media global.

Paradoja del Sol débil:

En los orígenes del planeta Tierra, 4,6 miles de millones de años atrás, el Sol emitía menor radiación que en la actualidad y la temperatura de equilibrio era -41 °C. Podemos imaginarnos, entonces, el extremo frío de esta etapa y que, por tanto, la vida tal y como fue surgiendo después era imposible en aquel entonces.

Cambios climáticos a lo largo de la historia - Efecto invernadero del pasado

Oxígeno en la atmósfera

Con la aparición de las cianobacterias surgió la fotosíntesis oxigénica, proceso por el cual los organismos fijan dióxido de carbono y emiten oxígeno. Antes de las cianobacterias no existía oxígeno libre en la atmósfera. A partir de este hecho, se redujeron las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera y surgieron organismos aeróbicos.

Máximo Jurásico

Período en el cual todo el planeta presentaba un clima tropical, que posteriormente permitió la aparición de los dinosaurios. Se cree que el aumento de la temperatura global fue producto de altas concentraciones de dióxido de carbono que fueron emitidas a la atmósfera por una acelerada erosión de rocas.

Máximo térmico del Paleoceno-Eoceno

También es llamado máximo térmico del Eoceno Inicial, o máximo térmico del Paleoceno Superior. Se trató de un aumento abrupto de la temperatura, concretamente la temperatura media del planeta aumentó en 6 °C de forma drástica (en unos 20.000 años, lo cual para un cambio de clima a nivel mundial es poco tiempo). Esto provocó alteraciones en la circulación marina y en la atmósfera y resultó en la extinción de muchas especies. Como su nombre indica, marcó el final del Paleoceno y el inicio del Eoceno.

Glaciaciones del Pleistoceno

Otro de los cambios climáticos a lo largo de la historia que han resultado ser de los más relevantes es la glaciación, que es un período en el cual las temperaturas medias globales descienden y, como consecuencia, ocurre una expansión de los hielos continentales, casquetes polares y glaciares. Se estima que hubo 4 grandes edades glaciales en el pasado siendo la última de ellas la glaciación del Pleistoceno. Se considera que se han ido produciendo durante el periodo Cuaternario, es decir que se dieron desde hace 2,58 millones de años hasta la actualidad.

Cambios climáticos a lo largo de la historia - Glaciaciones del Pleistoceno

Mínimo de Maunder

Se corresponde al período comprendido entre 1645 y 1715 durante el cual desaparecieron las manchas solares de la superficie del Sol casi por completo. Como resultado, el sol emitía menor radiación y, en consecuencia, se trató de un período frío.

Se considera que ha habido seis mínimos solares similares a este, que van desde el mínimo egipcio, del año 1300 a. C., hasta el último, que es el del mínimo de Maunder. En todos estos casos, las consecuencias más relevantes fueron la fuerte bajada de temperaturas a nivel global, lo cual como consecuencia provoca que haya especies que no logran adaptarse a tiempo al frío y se reduce drásticamente su población, afectando a todo su ecosistema, o incluso hay especies que llegan a extinguirse.

Diferencias entre efecto invernadero y cambio climático

Hoy en día, es muy posible que muchos de nosotros hayamos escuchado hablar de palabras como cambio climático y efecto invernadero, ya que son conceptos que han cobrado mucho protagonismo en los últimos años, pero, ¿qué significan exactamente y que diferencias existen entre ambos? ¿Tienen relación con los cambios y fenómenos climáticos extremos que está sufriendo últimamente nuestro planeta? ¿Podrían evitarse sus efectos?

Vamos a ver qué son exactamente y cuáles son las diferencias entre el efecto invernadero y el cambio climático, para así poder comprender mejor qué es lo que está sucediendo y qué actuaciones se pueden realizar para poder mitigar los daños causados hasta el momento.

Cambio climático actual:

El cambio climático actual está vinculado a un aumento de la temperatura media global que a menudo se conoce como calentamiento global. Si bien el término de calentamiento global considera el incremento de la temperatura y sus proyecciones a futuro, el concepto de cambio climático incluye al calentamiento global y sus efectos en las demás variables del clima.

A diferencia de los cambios climáticos del pasado, el cambio climático actual es meramente originado por causas antropogénicas, es decir por las actividades humanas. A partir de la Revolución Industrial, el ser humano comenzó a explotar combustibles fósiles para sus actividades, lo cual devino en un aumento de la concentración de los gases de efecto invernadero en la atmósfera. Dichos gases, justamente, actúan como un invernadero y retienen el calor en la Tierra y, de hecho, sin la existencia de estos en la atmósfera, la temperatura en la Tierra rondaría los -20°C.

Por este motivo, cuanto más se incremente la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, mayor será la temperatura en la Tierra, por ello hablamos del calentamiento global. Se estima que la temperatura media global ha aumentado 1,1°C en comparación a la temperatura media global de la era preindustrial.

Efecto invernadero del pasado

Gracias a investigaciones en glaciares y sedimentos marinos, se concluyó que a lo largo de la historia del clima, hubo períodos en los cuales se registraron altas concentraciones de gases efecto invernadero en la atmósfera, entre ellos dióxido de carbono y metano, que marcaron períodos ultra cálidos., y todo ello sin el consumo de energías fósiles.

Entre las consecuencias de estos cambios en el clima se pueden destacar el aumento drástico de las temperaturas, la intensificación de eventos climáticos extremos, como sequías e inundaciones según la zona del planeta, el incremento del nivel del mar, la disminución de las superficies de hielo, el aumento también de la temperatura del agua y alteraciones en los ciclos biogeoquímicos. Todo ello afecta a los ecosistemas y a las especies, las cuales ven sus poblaciones muy reducidas o más prósperas, según sus características, pero muchas que se ven afectadas negativamente, incluso llegan a extinguirse.

El cambio climático se debe a una serie de factores, tanto naturales como antropogénicos. Los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) son los que más contribuyen al cambio climático mundial, ya que representan más del 75% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y casi el 90% de todas las emisiones de dióxido de carbono 1. A medida que las emisiones de gases de efecto invernadero cubren la Tierra, atrapan el calor del sol, lo que conduce al calentamiento global y al cambio climático. El mundo se calienta ahora más rápido que en cualquier otro momento de la historia del que haya registros. Con el tiempo, las temperaturas más cálidas están cambiando los patrones climáticos y alterando el equilibrio normal de la naturaleza. Esto plantea muchos riesgos para los seres humanos y todas las demás formas de vida de la Tierra 1.

Además de los combustibles fósiles, la deforestación, la agricultura y la ganadería también contribuyen significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero 1. La quema de bosques y la tala de árboles.

Los fenómenos cíclicos que pueden alterar el clima de todo el mundo. Las corrientes oceánicas El Niño y La Niña:

No es un fenómeno nuevo, pero en los últimos años oímos hablar cada vez más de El Niño y de su "hermana climatológica", La Niña. El nombre se lo dieron unos pescadores que notaron que, a veces, las aguas oceánicas llegaban más cálidas a las costas de Perú en época navideña, en el inicio del verano en Perú. Lo llamaron El Niño en referencia al niño Jesús, pero su explicación nada tiene que ver con la religión.

"Las primeras referencias escritas son de una carta de 1891 en la que un peruano explica que su país está en un año de abundancia porque los desiertos se volvieron más verdes y encontraron tipos de peces nunca vistos hasta entonces", le cuenta a BBC Mundo Luis Alfredo Icochea Salas, catedrático de Pesquera en la Universidad Nacional Agraria La Molina (Perú) y especialista en oceanografía. Pero la abundancia se transformó calamidad, en gran parte por falta de infraestructuras cuando, unos 100 años después, en 1982-83, "vino un Niño que nos agarró por sorpresa y que fue el desastre del siglo", explica Icochea, quien lleva toda su vida estudiando el fenómeno.

“Las primeras referencias de El Niño se refieren a él como un año de abundancia". Dice Icochea, que ahora, más que un fenómeno El Niño es un evento, pues ocurre de forma recurrente. Habitualmente, en promedio cada dos a siete años, pero las fechas pueden variar. "Se empezó a estudiar realmente en la década de 1970; los científicos vieron que no era local, sino que abarcaba gran parte del Pacífico, y empezaron a registrar los años en que la temperatura y las lluvias eran un tanto extremas debido a El Niño", le dice a BBC Mundo Juan José Nieto, director del Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno de El Niño (CIIFEN), con base en Guayaquil, Ecuador.

Pero ¿qué sabemos sobre El Niño y La Niña?

"El Niño es parte de un fenómeno que tiene que ver con variaciones tanto en el océano como en la atmósfera", explica Nieto. Si lo resumimos mucho, podríamos decir que El Niño es la fase cálida de un evento climatológico y La Niña, su fase fría. Pero es mucho más complicado que eso. Son fases opuestas de un complejo patrón meteorológico tan poderoso que puede alterar la temperatura global y causar efectos atmosféricos muy extremos en todo el planeta.

El Niño suele darse más frecuentemente que La Niña y ambos pueden durar la mayor parte del año, o incluso más. La Niña puede causar huracanes en el Atlántico norte y condiciones climáticas más secas en el sur de Estados Unidos.

La Niña puede causar huracanes en el Atlántico norte y condiciones climáticas más secas en el sur de Estados Unidos. Los cambios en la circulación atmosférica que generan pueden afectar al clima en varias partes del mundo de manera más o menos extrema, según su intensidad. Es lo que los científicos y meteorólogos llaman tele conexiones.

"En el mar mismo, cuando una zona se calienta, la otra se enfría; hay un balance y los cambios incluyen en varios continentes causando, por ejemplo, sequía en África y lluvias en América. Altera todo el clima", dice Icochea. “O puede que no causen ninguno de los dos. O que se transformen en un "megaevento".

Originados en el océano Pacífico, cerca del Ecuador, El Niño y La Niña se forman por un patrón llamado El Niño-Oscilación del Sur, o ENOS, y nunca pueden ocurrir al mismo tiempo.

Cuanto contaminan los aviones y que consecuencia tienen en el cambio climático

El transporte aéreo actualmente es el que mayor crecimiento ha tenido de todos los medios de transporte, convirtiéndose en un elemento más dentro del modelo de vida de la sociedad. Los aviones son usados tanto transporte de mercancías como para viajar, ocio cada vez más deseado por la población, teniendo así este tipo de transporte grandes beneficios socioeconómicos. Sin embargo, aunque el uso del avión tiene grandes beneficios socioeconómicos a nivel local y mundial, la realidad es que el uso del avión tiene grandes consecuencias negativas para el medio ambiente y todos los seres vivos.

Los aviones emiten gases de efecto invernadero, principalmente dióxido de carbono, contribuyendo al calentamiento global. El transporte aéreo emite aproximadamente el 2% de las emisiones mundiales de carbono. Si la aviación mundial fuera un país, se ubicaría entre los 10 principales emisores de gases de efecto invernadero. Los aviones también emiten óxidos de nitrógeno (NOx) y estelas de condensación, que afectan la calidad del aire. La aviación es el medio de transporte cuyas emisiones de gases de efecto invernadero más rápido están creciendo, pero es difícil dar una respuesta precisa a la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero que emiten los aviones, ya que depende de muchos factores, como el tipo de avión, la distancia recorrida, la cantidad de pasajeros, entre otros. Sin embargo, se estima que un vuelo de ida y vuelta de Nueva York a París emite alrededor de 1,6 toneladas de dióxido de carbono por pasajero.

 Además, el calentamiento global también está provocando el derretimiento de los glaciares y el aumento del nivel del mar, lo que puede tener graves consecuencias para las comunidades costeras.

Pues hasta aquí hoy, estimados lectores.

Como siempre, que cada cual saque sus consecuencias y opiniones.

 

¿QUE HAY DETRÁS DE LA CRISIS DIPLOMÁTICA ENTRE ESPAÑA E ISRAEL DESTADA TRAS LA VISITA DE SÁNCHEZ?

Es curioso que desde que  el PSOE de Sánchez con su su gobierno Frankenstein (Podemos, Sumar, BH Bildu, etc.) hayamos dejado de ser socios preferentes de los EE.UU. para dar paso a Marruecos en el norte de África, sur de Europa y la parte occidental del Mediterráneo.

Curioso es también que, a raíz de la visita del sr, Sanchez a Israel para darle un tirón de orejas a Netanyahu por la muerte indiscriminada de 16000 palestinos entre los que se encontraban unos 5000 niños (según el Ministerio de Sanidad gazatí) como consecuencia de los bombardeos israelíes en la Franja de Gaza para eliminar a la facción terrorista de Hamás, causante de 1400 victimas israelíes y el secuestro de más de 250 personas.  

Hoy, 28/11/2023, Israel comunica oficialmente el derecho de Marruecos sobre el Sahara Occidental, después de que el gobierno del sr. Sánchez diga que España reconocerá como legítimo al gobierno de Palestina.

No es cuestión en este artículo poner en tela de juicio los derechos y razones  de Israel  para castigar a Hamás ("fervor" en árabe) por el atentado terrorista de 7 de octubre, que lo tiene; tampoco la justificación de ninguna manera de la desproporcionada respuesta israelí contra un pueblo inerme y pacífico, utilizado como escudo por una organización política y paramilitar cuyas siglas son el acrónimo de (Movimiento de Resistencia Islámica), que se declara yihadista, nacionalista e islamista.

Me llama la atención, que los EE.UU. hayan vendido a Marruecos armamento defensivo/ofensivo de alta tecnología y se la haya rechazado a España, o que después del acercamiento diplomático de Marruecos con Israel, jaqueen los teléfonos del presidente Sanchez y algunos de sus ministros con el programa de espionaje informático Pegasus, de tecnología israelí. 

Pero lo más alarmante es que mientras el gobierno de Sánchez ha estado en funciones, y ante el temor de que las elecciones las pudiese ganar el PP, ha habido una verdadera avalancha de inmigrantes a Canarias, y una vez ha vuelto a ganar el PSOE ya no hay noticias sobre la inmigración ilegal africana. 

¿Tendrá algo que ver Marruecos con esto? 

¿Lo sabremos algún día?

Ahí lo dejo. Cada cual que opine lo que crea más conveniente.

EL COMUNISTA ROMÁNTICO

Ayer, tarde noche, compartí compañía y una horas de pesca con un buen amigo al que hacía tiempo que no veía. Catedrático de Microbiología de la Universidad de Valencia, jubilado, pero que parte de su tiempo libre lo dedica a dar conferencias sobre temas diversos. De pescar está pez, pero es una persona inteligente y gran lector, y en su momento realizó el prólogo de una de mis novelas, que agradecí en lo que vale.

Durante la conversación que mantuvimos mientras esperábamos la llegada de un pez con vocación de pescado, surgió un comentario sobre el último libro que he estado leyendo, que, precisamente se trata de un japones afincado en España desde hace ya muchísimos años, YUTAKA SUZUKI es su nombre, y el título d la obra: LA VERDADERA  ESPAÑA  y su falsa imagen en Japón.

Comenta Yutaka en su libro que la imagen que se tiene de España en Japón es la de un país oscuro, gris, pobre y arcaico, dictatorial, no democrático y sin libertad de expresión, pero que cuando llegó a Madrid se llevó una gran sorpresa, al encontrar un sistema y forma de vida diametralmente opuesta a lo que pensaba en un principio: era brillante, alegre, rica, moderna y atractiva aunque un poco ruidosa, contrastando con lo que vivió en sus diferentes viajes a Moscú, declarando que todo el sistema socialista soviético, aclamado por una buena parte de la sociedad progre era una clara falsedad.

Al llegar a este punto, mi amigo, el Catedrático, me respondió:

Lo que hay en Rusia, Cuba, Venezuela, China, Corea del Norte y otros países sudamericanos no es comunismo, son dictaduras. El comunismo es otra cosa.

Viendo que si seguía la conversación por la dirección que él la podía llevar, nos conduciría a dar al traste con la tarde de pesca, desvié la misma en otra dirección aprovechando que había picado un pez, olvidando ya, durante el resto del tiempo que estuvimos juntos, el asunto del comunismo, pues entiendo que mi amigo es un comunista romántico. Sin embargo, no he dejado de darle vueltas a aquel conato de conversación del que nada bueno, sino enfrentamiento ideológico, podía haber como resultado, ya que yo me considero liberal conservador. 

Casualmente y como consecuencia de los movimientos políticos que se han desarrollado en España, antes, durante y después de la investidura como presidente de España de Pedro Sánchez Castejón en su relación con los comunistas de Podemos, había estado leyendo un artículo de Vanessa Vallejo, Editor en Jefe y columnista del PanAm Post. Economista, Paleolibertaria, conservadora. Quién dice así:

Mientras que por estos días nuestros vecinos venezolanos atraviesan uno de sus peores momentos, luchando para salir de la dictadura socialista que los tiene esclavizados, a uno de los columnistas de un renombrado diario colombiano: El Espectador, se le ocurre escribir un texto titulado “¿Qué es ser comunista?” y a este medio de comunicación, se le ocurre publicarlo. Y no digo yo que haya que prohibir la publicación de columnas ridículas, solo me asombra tal descaro. Es que hay que ser muy sinvergüenza para afirmar lo siguiente:

“Así que ser comunista —hoy como ayer— , para decirlo con sencillez,  significa caminar en pro de la justicia social, de la construcción de una sociedad que no sea monstruosa como la que con sus tentáculos económicos, políticos, mediáticos y otros, esclaviza a tanta gente.”

¿Será que el señor Spitaletta, el autor de la columna en cuestión, ignora que no ha habido ningún país socialista en el que no reine la penuria y los individuos sean reducidos a esclavos del dictador?

Hace bastante no veía una columna que me causara tal repulsión, y es que el autor hace toda una descripción romántica de lo que, según él, significa ser socialista. Al parecer hay quienes son capaces de ver romanticismo en un balde de estiércol.

“Ser comunista es estar del lado del progreso”. Reto al señor Spitaletta a que me diga un solo país comunista que haya progresado. Tal vez él, y quien decidió publicar su columna en El Espectador, no se han percatado de que los países más ricos son los que tienen mayores libertades económicas, los que se apartan de la economía centralizada que defiende el columnista.

Es probable que Spitaletta tenga la conocida maña de la izquierda de cambiarle el nombre a todo. Quizás para él lo que hay en Cuba es “progreso”. Es posible que afirme que el progreso es tener educación de mala calidad y migajas en la mesa, como sucede en la isla de la que muchos intentan escapar aun arriesgando su vida. Y en tal caso debería él irse a vivir a uno de esos países con tanto “bienestar”, a los que curiosamente nadie va más que para vacacionar, porque en general a la gente no le gusta vivir en la miseria.

Una de las más conocidas características de los socialistas es que son incapaces de reconocer las consecuencias de sus actos y de asumir culpas. “Es mi culpa”: la frase que nunca encontraremos en el repertorio de un socialista. 

Para Spitaletta, por ejemplo, la culpa de que la palabra “socialista” sea mal vista, es de los capitalistas y los neoliberales.

“Los adalides del capitalismo y de la explotación humana a ultranza la han decolorado, desprestigiado, convertido en desecho”, afirma refiriéndose a la palabra “socialista”. Sí, señor Spitaletta, seguramente nada tiene que ver la historia… Lo sucedido en Camboya con el maoísta de Pol Pot, que se calcula que asesinó a más de 2.000.000 personas, o los crímenes de Stalin, uno de los peores asesinos socialistas que haya visto la humanidad, no tienen nada que ver con que la gente hable mal del socialismo.

Si el socialismo tiene algo de mala fama no es porque los capitalistas hayamos convertido en “desecho” la palabra, es porque no ha existido en la historia de la humanidad un país socialista en el que no haya reinado la miseria y la esclavitud. Y digo “algo” porque, en mi opinión, los socialistas gozan de muy buena fama si consideramos el daño que causan sus ideas. No le veo yo sentido a que alguien salga a la calle con una camisa del Che o de Stalin y no sea tratado, y señalado, como lo sería quien osara exhibir una prenda Nazi. Después de todo las dos son ideologías asesinas, solo que el comunismo ha causado más muertos y aún sigue causando estragos.

Los socialistas, eso sí, hablan bonito. Romántico, como el señor Spitaletta. Por eso, a pesar de los millones de muertos que ha causado su ideología, siguen conquistando seguidores. Son además sinvergüenzas, pueden salir como Nicolás Maduro a decir que en un país no hay pan porque lo panaderos son malvados. Apelan a los sentimientos y no a la razón, porque de hacerlo perderían la batalla. Si se ponen a hablar de cifras e indicadores no tienen cómo defender sus ideas.

Los seres humanos tenemos mala memoria y nos gusta que nos hablen bonito. El temor a la incertidumbre muchas veces nos hace caer en los brazos de quienes nos prometen techo, comida, educación, salud y hasta amor. Lastimosamente se puede ignorar la realidad, pero no las consecuencias de hacerlo. Y lo cierto es que por muy romántico que hablen los socialistas, la puesta en marcha de sus políticas, siempre, termina en miseria y esclavitud

Eso sí, yo, como buena capitalista, como liberal de las de verdad (no como la socialista Piedad Córdoba) reconozco que nosotros hemos fallado en nuestro intento de conseguir seguidores. Que durante años hemos intentado convencer a la gente de las bondades del libre comercio y la iniciativa privada mostrando cifras e indicadores. Mientras tanto, los socialistas, como Spitaletta, están escribiendo columnas románticas afirmando que su ideología se trata de ser más humanos, de ayudar a los pobres.

Mientras que nosotros sacamos estudios sobre el impacto negativo de la regulación en los mercados, ellos están haciendo películas y canciones. Y han logrado cosas tan increíbles como que la comunidad LGTBI salga a marchar con la imagen del Che en sus camisetas, el mismo personaje que odiaba a los homosexuales y que auspició la creación de campos de concentración para que “ el trabajo los hiciera hombres”.

Los socialistas son románticos, hablan bonito, comunican bien, pero son mentirosos o no saben nada de economía. No existe otra explicación para que alguien defienda un modelo económico que le ha arruinado la vida a millones de personas y que solo ha llevado muerte y miseria a donde llega. Quien defiende el socialismo, o bien desconoce la historia y el funcionamiento de la economía, o es un mentiroso que se beneficia de vender una ideología criminal. 

Después de dejar a mi amigo en su casa, llegué a la conclusión que que, a pesar de ser una muy buena persona, es UN COMUNISTA ROMÁNTICO. 

LA HIPOCRESÍA DEL MUNDO ACTUAL

 

Hoy, Juan Manuel Jiménez Muñoz, has debido incordiar a muchos de tus lectores invisibles.  Cuando, como hoy, me es imposible acceder a tus artículos y comentarios a una hora adecuada para poderle leer con calma, me encuentro, primero, con un artículo inesperado de los que llaman la atención porque todos los que mencionas caben en el mismo saco, sin embargo, observo,  tan solo 47 de tus habituales seguidores te han leído, y muy pocos han respondido.

¿Será por el miedo al que aludes si destacan con algún comentario, o para que no los señalen en cualquier lugar de los que has mencionado?

¡Hoy, sí! Tu comentario me parece magnífico. Tanto…, que a los 30 segundo lo habían borrado de tu muro.

El mundo, amigo mío, está lleno de hipocresía, y no lo digo por tus seguidores, ya que les puede haber ocurrido como a mí, que no han podido llegar a leer tu artículo al haber desparecido delante de sus narices, pero no quita para que siga habiendo una enorme hipocresía en el mundo, sobre todo, en los partidos políticos y sus acólitos, que piden fidelidad al macho Alfa del grupo y a los ideales que propugnan de boquilla, aunque las clases dirigentes no cumplen porque tiene bula.

Hoy también he estado leyendo unos artículos de Priscila Guinovart, docente, editora y escritora uruguaya de las que obtengo unos párrafo porque reconozco que lo que dice es la realidad que estamos viviendo, y es acorde con el contenido borrado de tu artículo:

Priscila Guinovart es editora de columnas de opinión del PanAm Post. Ha colaborado con distintos medios de América Latina, EE.UU. y Europa. En 2014, publicó su libro "La cabeza de Dios".


“La Ilustración significa el abandono del hombre de una infancia mental de la que él mismo es culpable. Infancia es la incapacidad de usar la propia razón sin la guía de otra persona. Esta puericia es culpable cuando su causa no es la falta de inteligencia, sino la falta de decisión o de valor para pensar sin ayuda ajena” – Immanuel Kant.

Amenazados por el imparable avance hacia lo desconocido, los pesimistas añoran, reclaman y aplauden al líder fuerte, arrogante y derrochador de masculinidad (a propósito, y sepa disculpar desde ya el lector el repentino cambio de tono, pero estoy firmemente convencido de que los hombres que admiran a esos líderes ególatras, “mano dura” y populistas tienen una enorme necesidad de compensación —de carácter y no solamente, ¿se entiende?. Idealizan un tiempo pasado (que jamás ha sido mejor) y desestiman todo lo que ose proponer más libertad y progreso social. “El otro —lamentan— está aquí para tomar lo mío, para destruir lo que yo he hecho”.

El miedo es comprensible: estamos sobre una roca que gira alrededor de una estrella promedio que se desplaza rumbo a la nada. La vida no tiene sentido predestinado y va a ser más o menos lo que nosotros hagamos de ella. No hay más allá. Nuestros muertos no nos miran desde una nube. La desolación ante esta realidad es infinita. El instinto de aferrarse a lo conocido (llámese fé o tradición) es inteligible, pero no justificable: el límite es el otro y su libertad. Y hoy todos somos indiscutiblemente más libres.

La única razón por la que “antes” parece mejor es porque “antes” no había tanta información. Hoy conocemos de forma casi simultánea los males que aquejan al mundo; hace apenas 50 años debíamos esperar días —y en ocasiones, hasta semanas— para leer lo que uno o dos periodistas escribían sobre desastres o calamidades puntuales (lo que me recuerda a la torpeza de decir “hoy hay más enfermedades” sin jamás reparar en el hecho de que simplemente hemos refinado la detección y el diagnóstico de afecciones y trastornos). Hay quienes, con su pesimismo y desconfianza en la razón y el progreso, pretenden arrastrarnos a ese “antes” en el que no todas las vidas valían lo mismo, en el que el misticismo era preferible a la ciencia, en el que el fanatismo religioso era preferible a la búsqueda del conocimiento en absoluta laicidad, en el que el autoritarismo era preferible a la democracia liberal.

Alejarse del humanismo, entonces, es un suicidio colectivo, una barbarie, una regresión, pues constituye el abandono voluntario del bien preciado que nos llevó a la luna, que erradicó la viruela o puso celulares en nuestros bolsillos. A fin de cuentas, el conservadurismo es a la libertad lo que la astrología es a la astronomía, ya que toda causa humanista deriva en más libertad. La historia es testigo incorruptible y objetivo de ello.

El movimiento feminista actual no nace de una reclamación justa, y es esta la razón por la que no solo es estúpido sino que está condenado a la estupidez. En primer lugar, las bases históricas que lo sostienen no son las más confiables. La  supuesta “invisibilización de las mujeres” en la historia (disparadora de este revanchismo cainita) no existe como tal.

Ya en el 400, hombres viajaban de los sitios más remotos para tomar clases de matemáticas y astronomía con Hipatia de Alexandría. Entre el 700 y el 1000, las mujeres de la cultura escandinava (vikingos) tenían derecho al divorcio y a la propiedad privada. Asimismo, incluso durante el medioevo central y tardío, son incontables las mujeres que fueron admiradas y respetadas por sus contemporáneos. Desde Juana de Arco, pasando por Eleonor de Aquitania, hasta una reina imprescindible para Europa y el mundo (Isabel de Castilla, cuyo apoyo a las expediciones de Cristóbal Colón forjaran uno de los eventos que ponen fin a la Edad Media), las mujeres han sido una parte irremplazable de la historia. Son tantos los ejemplos del Renacimiento en adelante, que no me bastaría un solo artículo para referenciarlas.

La “invisibilización” a la que se aferran desde los colectivos feministas, por lo tanto, no es real. La única razón por la que siguen amarrándose a este portaaviones cargado de falacias es la misma por la que el socialismo sigue en vida: falta de estudio y lectura.

Por supuesto que fue, durante demasiado tiempo, la masculinidad la que imperó. En algunos puntos del globo, lo sigue siendo. Pero incluso en este contexto, en el que a la mujer fue, en efecto, vergonzosamente minimizada, hablar de “invisibilización”  es una exageración malintencionada.

Es fácil olvidar, en la comodidad del siglo XXI, que las guerras en la historia fueron la regla. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad atraviesa el más extenso período de paz alguna vez vivido (que no, no significa que no haya guerras, sino que hoy en día es literalmente más probable morir de diabetes que a causa de un conflicto bélico).  Sí, es cierto, hasta hace relativamente poco tiempo, nadie miraba a una mujer para diseñar una catedral. De la misma manera, a lo largo de todos estos siglos en los que la paz fue la excepción, tampoco se miraba a una mujer para dirigir un batallón. Mientras tanto, los hombres gozaban del dudoso privilegio de ser descuartizados en una trinchera o de morir en el campo de batalla por razones que le eran absolutamente ajenas.

Este feminismo (que, reitero, me apena llamarlo así) nació en la década de 1960. El socialismo, al darse cuenta de que la reivindicación armada ya no seducía y habiendo agotado la monserga de la lucha de clases, va a las universidades y abraza las causas sociales. Nunca antes el socialismo o el comunismo habían sido gay-friendly (sino todo lo contrario), por citar otro de los ejemplos más notorios. El socialismo y el comunismo dan así el toque colectivista a un movimiento que, hasta entonces, era una reivindicación válida y justa.

A partir de allí, todos sabemos lo que sucede: la mujer es convenientemente convertida en víctima, y si hay víctimas, es porque hay victimarios. La sociedad se divide y reina el caos (como nuestras abuelas alguna vez nos dijeron, “a río revuelto, ganancia de pescador”). Y no es solo mi opinión desde el liberalismo.

Ellie Mae O’Hagan expuso la misma idea en su columna de The Guardian el pasado 8 de marzo, solo que O’Hagan halaga estas siniestras semejanzas. “Si esto (la causa “feminista”) suena a socialismo, es porque lo es. Solo mermando el poder de la clase del jefe (…) podremos asegurar que ninguna mujer sea forzada a elegir entre explotación sexual y económica y pobreza”, alega, entre disparates varios y un despliegue descomunal de ignorancia y negando el papel fundamental del capitalismo a la hora de independizar a la mujer.

Todos los colectivismos funcionan más o menos de la misma manera. Las aspiraciones y singularidades de cada individuo son ignoradas (de ser posible, aplastadas) y los fines justifican los medios. Es por esto que la historia es adaptada para ser funcional a esta narrativa iracunda y fanatizada, omitiendo pasajes esenciales de los sucesos que nos trajeron a la coyuntura actual.

Y como no conocen la historia, la repetirán. El feminismo puritano y mojigato se presta para los mismos atropellos que tantos hombres y mujeres resistieron. Este feminismo, alimentado de odio y  de un par de argucias de libreto, es un retroceso para la libertad. No, no para “las libertades conquistadas” de las mujeres, ni para la de los hombres: es una amenaza para la libertad, punto final.

 


EN EL OCASO DE UN IMPERIO

 

 Hay que tener en cuenta que el imperio español no nació el 12 de octubre de 1492. Ese día, las carabelas españolas, bajo el mando de Cristóbal Colón, descubrieron tierras nunca vistas antes por ojos occidentales. Pero el descubrimiento de las diminutas islas de las Lacayas fue un hecho fortuito, no el producto de un plan imperial. Colón salió a buscar un nuevo camino hacia la India y dio con esas islas. Hubiera podido dar con otras tierras, más al norte o más al sur, y para su propósito y el de los reyes católicos –hallar la ruta que condujera a las islas de las especierías– el resultado hubiera sido el mismo: ese camino no apareció entonces.

Desde que se empezó a profundizar en el estudio de la historia americana, la identificación de la primera tierra que miraron absortos Cristóbal Colón y sus compañeros en el descubrimiento, al abrir la aurora el memorable día 12 de Octubre de 1492, ha sido objeto preferente de consideración y controversia, reconocidas las dificultades que para la resolución del problema ofrecen los extractos del Diario del Almirante transmitidas por Bartolomé de Las Casas, y la vaguedad de indicaciones del diario mismo, tratando de lugares vistos a la ligera, sin nombres propios y con accidentes de fácil transformación en el transcurso del tiempo.

Los rumbos, las distancias recorridas, la graduación y la variación de las agujas, hasta la apreciación de las medidas de que hablan las relaciones del viaje, son otras tantas incógnitas que imposibilitan la solución matemática. La hipótesis aplicada a cualquiera de ellas complica la indeterminación, por lo cual personas de tan gran autoridad como Humboldt, Wallienaer, Prescott, Irving, Robertson, han dudado al señalar por correspondencia de la isla que se dice nombraban los naturales Guanahaní, y a la que denominó de San Salvador el jefe de los nuevos argonautas españoles, alguna de las que forman el grupo de las Bahamas.  

 

«En las carabelas de Palos iban no pocos judíos y moriscos, cristianos nuevos, forzados por los decretos de expulsión de los Reyes Católicos. Uno de ellos hacía guardia a proa la noche del 11 de Octubre de 1492, y no queriendo aventurar la impresión de sus ojos, dijo por lo bajo en hebreo:

─Í, í (¡tierra! ¡tierra!).

Otro de su misma raza que al lado se hallaba preguntó:

─Weana (¿y hacia dónde?).

─Hen-i (¡hé ahí tierra!) ─respondió Rodrigo de Triana, primero que había hablado─.   Waana-hen-i (¡y hacia allá, hé ahí tierra!) ─afirmó el compañero con profunda convicción. 

Un cañonazo de la Pinta anunció entonces a todos el feliz descubrimiento. »

 

Tampoco nació el imperio el día en que el Almirante levantó un fuerte en el borde norte de la Española y dejó en él 40 hombres. Esos hombres no eran soldados de un ejército imperial; eran tripulantes de la carabela Santa María. Su oficio era el de marinos, tal vez pescadores, y nada más. Por otra parte, no se quedaron en la Española como guarnición adelantada de un imperio sino porque en las dos carabelas que quedaron después del naufragio de la Capitana no cabían todos los que habían hecho el memorable viaje del descubrimiento; algunos tenían que quedarse mientras sus compañeros iban a España y volvían.

El imperio nació el 27 de noviembre de 1493, al llegar frente a la Española, la expedición que organizó Colón, bajo la autoridad y con la ayuda de los reyes, para empezar a poblar las nuevas tierras. En ese segundo viaje iban 1,000 personas a sueldo de la Corona, iban más de 300 voluntarios; iban caballos, cerdos, perros, semillas e hijuelas de plantas que debían aclimatarse en el nuevo mundo.

Por otra parte, escribir sobre hechos históricos acaecidos hace más de quinientos años, donde los Cronistas Mayores de los reyes que hubieron hasta la caída del Imperio, que no se pusieron de acuerdo en cuanto a los hechos realizados por los militares que comandaron tamaña aventura, es como pasear sobre un tejado resbaladizo, puesto que cada uno de ellos realizó su crónica en función de sus preferencias y simpatías hacia el hombre al mando de la tropa en cada expedición de conquista, e incluso mucho después, desmintiendo, criticando o desvirtuando las crónicas históricas sobre la conquista y el trato con los indígenas, por lo que me permitiréis, lectores, alguna aclaración sobre este tema para su mejor comprensión.

Son ejemplo de ello: “Historia de la Conquista de México” escrita por Francisco López de Gómara, que acompañó a Hernán Cortés desde 1540 a 1547 sin haber llegado a pisar tierras americanas, años después de la hazaña realizada por el conquistador, realizada entre 1519 y 1521, entrando a su servicio después de la expedición efectuada por el rey Carlos I de España en 1541 para arrebatar Argel al almirante otomano Barbarroja y que terminó en una derrota española, al regreso a España como su capellán.

En su función de confesor de Cortés tuvo acceso al conquistador, y durante esas confesiones se gestó la idea de redactar una obra que describiera lo acontecido años antes, aunque Gómara no presenció la fase inicial de la conquista, que se había realizado 20 años antes.

Es posible que los motivos por los cuales el relato de la “Historia de la Conquista de México” de López de Gómara, no haya gozado de la difusión, tal vez merecida desde que la escribiese y publicase, comparándola con otras crónicas de la conquista, como la escrita por Bernal Díaz del Castillo, «Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España», soldado que sí vivió junto a Cortés la época de la Conquista, pudo ser, entre ellos, la admiración que Gómara sintió por Cortés, haciendo que Gómara cayese en desgracia hasta el punto de prohibirse su edición. Aunque tal vez el motivo más decisivo fuese la crítica de Gómara hacia Francisco de los Cobos, consejero y secretario del Consejo de Estado en 1529 de Carlos V, utilizada por fray Bartolomé de Las Casas, preceptor del príncipe Felipe en aquellos años, del que después llegaría a ser rey del Imperio español con el nombre de Felipe II, o porque respecto de los indígenas, su punto de vista fue el oficial, opuesto al de Bartolomé de las Casas.

 

«Corregidores, asistentes, gobernadores, alcaldes e otros jueces e justicias, cualesquier de todas las ciudades, villas e lugares destos reinos e señoríos, e a cada uno y cualquier de vos a quien esta mi cédula fuere mostrada, o su treslado signado de escribano público. Sabed que Francisco López de Gómara, clérigo, ha hecho un libro intitulado Historia de las Indias y Conquista de México, el cual se ha impreso; y porque no conviene que el dicho libro se venda, ni lea, ni se impriman más libros dél sino que los que están impresos se recojan y se traigan al Consejo Real de las Indias de Su Majestad.....»

«El Príncipe 

 

De Las Casas influyó de manera decisiva en el proyecto de creación de las denominadas Leyes Nuevas, promulgadas en 1542 por el Consejo de Indias, que como príncipe regía el futuro Felipe II, mientras Carlos V reinaba, y que impedían la esclavitud de los indígenas.

Sin embargo, los deseos de Gómara de magnificar la figura de Cortés, incluidos algunos errores históricos en su «Historia de la Con-quista de México», ponen de manifiesto las distorsiones escritas sobre la historia y el cuidado maniqueo elaborado sobre esta.

Los otros historiadores como Fernández de Oviedo, de las Casas, Díaz del Castillo, Herrera, Fray Juan de Torquemada y otros tantos, asimismo se sintieron impulsados, fuera a título de alcanzar mejor estatus para lograr mayor prestigio o por puro sentido testimonial, o en cumplimiento de santa obediencia o hasta por el interés literario a través de voluminosos manuscritos, u otros, mediante cortos relatos, como Carvajal, Berlanga…, a escribir la historiografía indiana con todo un abigarrado mosaico de narraciones, explicaciones, y hasta justificaciones, de una riqueza sin par en la Historia de la expansión europea y, de forma singular, en la española. Los modelos de la literatura clásica sirvieron muy bien para acoger nuevas ideas y hechos, incluso sus métodos y técnicas permanecen latentes a través de muchas páginas de la literatura histórica americana.

La obra de Herrera, desde su parcial publicación en 1601, despertó tan gran interés que muy pronto aparecieron traducciones al latín —cuatro ediciones—, al francés —tres ediciones—, al alemán —una edición—, al holandés —una edición— y al inglés —dos ediciones—. La difusión que así alcanzó, confirma el interés que siguió, prevaleciendo en Europa por saber acerca de las cosas del Nuevo Mundo, y en tanto que en su calidad de Cronista Real en España, ponía Herrera un gran empeño en sus trabajos, también el franciscano fray Juan de Torquemada —no confundir con el inquisidor Tomás de Torquemada (1420-1498)—, quien fue misionero en varias partes de la Nueva España, y allí, en 1609, fue nombrado cronista de la orden franciscana.

El franciscano, después de bastantes años de trabajo, dio por concluida su obra hacia 1612. Fantasías geográficas, leyendas y mitos fueron contrapuestos a exactitudes y concreciones incuestionables; aspiraciones y desvelos quedaron descabalgados por crudos hechos, pero ocasionalmente superadas por realidades apabullantes, deslumbradoras, casi increíbles por la apasionada narración de los testigos; el extraordinario e inmenso marco geográfico quedó superado por la heterogeneidad y capacidad de sorprender del territorio y del mundo indígena. Todo justificaba una literatura épica o descriptiva y etnológica, la redacción de obras históricas, técnicas o geográficas, interesantes siempre e importantes frecuentemente en la época, aunque desmintiesen o desvirtuasen a otros autores anteriores o contemporáneos.

Entre el 12 de octubre de 1492 y el 13 de septiembre de 1598, España cumplió un proceso que la llevó a la plenitud histórica y también la dejó en las puertas de la decadencia. Inició el siglo como el país líder de Occidente y lo terminó desgastada por las guerras de los reyes españoles. En ese siglo España combatió en Europa, en América, en África y en Asia, y el resultado fue que se desangró hasta tal punto, que todo lo que crecía en apariencia lo perdía en potencia creadora. En una  forma o en otra las guerras que España libraba en Europa se reflejaban en el Caribe porque el Caribe era una de las muchas fronteras de  España, y por cierto  la más alejada hacia Occidente; una frontera de territorios fecundos, adecuados para la producción de artículos tropicales, y por tanto ambicionados por otros países, y además una frontera con un rosario de islas que España no había ocupado, o lo que es lo mismo, con una cadena de vacíos de poder que necesariamente atraerían sobre sí fuerzas poderosas.

Lo que sí es cierto, es que la incorporación de las Indias a la Corona de Castilla, a lo largo del siglo XVI, tras el proceso de conquista, representó una enorme empresa militar que demandó hombres, ideas, instituciones y recursos, y como todo proceso de conquista, la colonización del territorio impuso el establecimiento del componente militar como la base fundamental en el que se sustentaría el gobierno político-institucional de España en Indias, porque sin conquista, sin guerra y sin soldados, ni el espacio americano ni el posterior proyecto imperial habrían sido posibles.

El Imperio: Castilla, y luego España, aseguró con el tiempo la institución militar en Indias como la estructura más significativa, desarrollada, compleja, y al mismo tiempo, la más costosa de todas las instituciones coloniales: al fin y al cabo, había sido la guerra el soporte de todos los imperios mundiales más antiguos hasta la Edad Moderna.

El periodo inicial, que abarcaría hasta aproximadamente mediados del siglo XVI, provocado por el deseo de riqueza, aventura y los intereses de la Iglesia católica, fueron los motivos principales para trasladar a las Indias, la idea de guerra y el proyecto de defensa en los inmensos espacios, acuciados por los choques con civilizaciones políticas desarrolladas —incas y azteca—, forzando a un proceso lento pero sos-tenido de acciones militares, primero de conquista y posteriormente de colonización del espacio y el poder castellano en Indias.

La hueste de conquista, de corte privada y pero con antecedentes, intereses y hábitos medievales, fue el primer proyecto militar peninsular en América. Cronistas-conquistadores, como el capitán Bernardo de Vargas Machuca, mostraban ya en el siglo XVI las bondades y ventajas de un proceso de absorción territorial del espacio indiano que Castilla era incapaz de gobernar, por falta de los medios más eficaces para llevarla a cabo, siendo los capitanes de cada expedición quienes asumiesen los riesgos y los gastos. Sin embargo, las necesidades de la Corona de ejercer un control efectivo sobre las crecientes riquezas americanas, llevó a Castilla a introducir la hueste real, en detrimento de la hueste de conquista por supeditar lo público a los intereses privados del capitán,—y por tanto públicos— en la consolidación militar e institucional en Indias de España que sería sufragada por las arcas públicas a partir de 1540, cuando se descubrieron la minas de plata.

Hasta entonces, y conforme a la tradición medieval, eran los vecinos los que, por encargo del Rey, ejercían directamente en su localidad y entorno las labores de defensa, algo especialmente importante en Indias a causa de los crecientes ataques de piratas ingleses y holandeses desde finales del siglo XVI. El deber de los vasallos para con la defensa quedó ejemplificado en las Ordenanzas Generales de las Audiencias de 1563, origen, sin duda, de las milicias americanas. Tampoco los encomenderos pudieron sustraerse a sus obligaciones militares, fuertemente reguladas ya en tiempos del emperador Carlos V.

La gran extensión de la tierra de frontera y la permanente sensación de inseguridad para los colonos en Indias, a causa de los ataques indígenas y los piratas, obligó a su defensa mediante fortalezas o presi-dios, según el Fuero Viejo de Castilla en 1348, las Partidas en 1265, el Ordenamiento Real en 1485 y la Nueva Recopilación de Castilla en 1567, proporcionando la sensación de seguridad y el poder de la Coro-na al desarrollar así mismo sus instituciones político-administrativas.

La misma naturaleza de la conquista, forjada por militares curtidos, derivó en una militarización de la vida americana, que incitó a la monarquía universal de los Austrias a trasladar recursos, y sobre todo hombres, en dirección a América.

Sin embargo, para poder llegar a comprender cuales fueron los motivos que desangraban económicamente a España bajo el reinado de Felipe IV, en el contexto de Europa, debemos recordar que nos encontrábamos inmersos en la Guerra de los Treinta Años, iniciada durante el reinado de Carlos V de Alemania (Carlos I de España) entre los años 1618 y 1648, por causas religiosas, políticas, económicas y ambiciones personales, en la que intervinieron la mayoría de las grandes potencias europeas de la época. Esta guerra marcó el futuro del conjunto de Europa en los siglos posteriores.

A finales del siglo XVI, Felipe II, tras ser coronado rey de Portugal, en plena guerra de los 80 años, tenía bajo su poder uno de los imperios más grandes de la historia. En aquellos momentos sus posesiones reales ocupaban parte de los cuatro continentes conocidos, Asía, América, África y por supuesto Europa. Pero por muchos kilómetros de distancia que estuvieran algunas posesiones, ninguna le dio los quebraderos de cabeza que este pequeño rincón de Europa. En definitiva, Flandes, según los grandes analistas de la historia moderna, fue el culpable de que el Imperio Español acabará sucumbiendo, en importancia, ante su gran rival, Inglaterra.

Flandes, también conocido como los Países Bajos, ocupaba en el siglo XVI un espacio muy similar al actual Benelux. En concreto podemos hablar de 17 provincias, con un gran grado de autonomía, que le llevaba a ser regidas como pequeños reinos independientes. Gracias a estar en medio de las grandes rutas comerciales entre el Atlántico, el Báltico, Europa e Inglaterra, su comercio, su banca y especialmente su producción textil, le llevaron a ser una de las zonas más ricas del continente.

 Los problemas comenzaron tras la abdicación de Carlos V en su hijo Felipe II, y si el primero era visto como un compatriota, el segundo era un rey extranjero. Además, Felipe II se hallaba en plenas discusiones del Concilio de Trento, donde fue proclamado defensor del catolicismo, frente a la corriente protestaste que iba impregnado los diferentes países Europeos. Las revueltas se iniciaron en 1566, con diversas manifestaciones y saqueos de iglesias católicas como Tounai o Amberes.

El trasfondo sería religioso, pero los motivos eran claramente de otra índole: la aspiración de mayor autonomía, por parte de una sociedad que quería mantener sus leyes y costumbres. Pero sobre todo el deseo de la nobleza de mantener su estatus, por lo que no es difícil imaginar las dificultades de unos comerciantes católicos, rodeados de países protestantes: la Alemania luterana, la Francia calvinista o la Inglaterra de Isabel I.

En 1601 se producen varias bancarrotas consecuencia de la ausencia de llegada de plata y oro provenientes de América durante 25 años.

Durante el reinado de Felipe II se expulsó a los moriscos. Fue una medida populista. Se había acabado con el periodo de integración dado por Felipe II a las comunidades de musulmanes que quedaban en España. El pueblo la entendió y la vio bien al considerar que los musulmanes eran aliados de los Turcos. El peligro turco en el Mediterráneo y en Centro Europa era latente. En total fueron expulsados 272.000 siendo la Corona de Aragón ( especialmente Valencia y Aragón ) los más afectados por el problema. Las consecuencias: fueron especialmente importantes en la Agricultura: aumentaron las tierras despobladas, y la economía en general empobreció. Ante tal situación, el Conde-duque de Olivares, Válido del rey, le dijo:

 

«Tenga Vuestra Majestad por el negocio más importante de su Monarquía, el hacerse Rey de España: quiero decir, Señor, que no se contente Vuestra Majestad con ser Rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, Conde de Barcelona, sino que trabaje y piense, con consejo mudado y secreto, por reducir estos reinos de que se compone España al estilo y leyes de Castilla sin ninguna diferencia, que si Vuestra Majestad lo alcanza será el Príncipe más poderoso del mundo».

 

Como este proyecto requería tiempo y las necesidades de la Hacienda eran acuciantes, el Conde-duque presentó oficialmente en 1626 un proyecto menos ambicioso pero igualmente innovador, la Unión de Armas, según el cual todos los «reinos, estados y señoríos» de la monarquía hispánica contribuirían con hombres y dinero a su defensa, en proporción a su población y a su riqueza. Así la Corona de Castilla y su Imperio de las Indias aportarían 44.000 soldados; el Principado de Cataluña (no confundir con título nobiliario que solo ostentaba el rey de Aragón), el Reino de Portugal y el Reino de Nápoles, 16.000 cada uno; los Países Bajos del sur, 12.000; el Reino de Aragón, 10.000; el Ducado de Milán, 8.000; y el Reino de Valencia y el Reino de Sicilia, 6.000 cada uno, hasta totalizar un ejército de 140.000 hombres.

El conde-duque pretendía hacer frente así a las obligaciones mi-litares que la monarquía de la Casa de Austria había contraído. Sin embargo, el conde-duque era consciente de la dificultad del proyecto ya que tendría que conseguir la aceptación del proyecto por las instituciones propias de cada estado —singularmente de sus Cortes—, y éstas eran muy celosas de sus fueros y privilegios.

Con la Unión de Armas, Olivares retomaba las ideas de los arbitristas castellanos que desde principios del siglo XVII, cuando se hizo evidente la decadencia de Castilla, habían propuesto que las cargas de la Monarquía fueran compartidas por el resto de los reinos no castellanos, aunque nada dijeron de compartir también los beneficios. Unas ideas que cuando comenzó la Guerra de los Treinta Años fueron también asumidas por el Consejo de Hacienda y el Consejo de Castilla. Este último en una «consulta» del 1 de febrero de 1619, afirmó «que las otras provincias, fuera justo que se ofrecieran, y aun se les pidiera, ayudaran con algún socorro, y que no cayera todo el peso y carga sobre un sujeto tan flaco y desustanciado», en referencia a la Corona de Castilla. Sin embargo, la opinión que tenían los arbitristas y los consejos castellanos sobre la escasa contribución de los estados de la Corona de Aragón a los gastos de la Monarquía, no se ajustaba completamente a la realidad, además de que los castellanos sobrestimaban la población y la riqueza de los reinos y estados no castellanos, una idea compartida por el Conde-duque de Olivares.

En 1636, la declaración de guerra de Luis XIII de Francia a Fe-lipe IV, llevó

inevitablemente la guerra a Cataluña, encontrándose sin más remedio con la Unión de Armas en casa.

El Conde-duque de Olivares se propuso concentrar en Cataluña un ejército de 40.000 hombres para atacar Francia por el sur y al que el Principado tendría que aportar 6.000 hombres. Pronto surgen los conflictos entre el ejército real —compuesto por mercenarios de diversas regiones incluidos los castellanos— con la población local a propósito del alojamiento y manutención de las tropas. Se extienden las quejas sobre su comportamiento —se les acusa de cometer robos, exacciones y todo tipo de abusos—, culminando con el saqueo de Palafrugell por el ejército estacionado allí, lo que desencadena las protestas de la «Diputació General y del Consell de Cent de Barcelona ante Olivares.

El Conde-duque de Olivares, necesitado de dinero y de hombres, confiesa estar harto de los catalanes:

 

«Si las Constituciones embarazan, que lleve el diablo las Constituciones».

 

Así a lo largo de 1640 el nuevo virrey de Cataluña, conde de Santa Coloma, siguiendo las instrucciones de Olivares, adopta medidas cada vez más duras contra los que niegan el alojamiento a las tropas o se quejas de sus abusos. Incluso toma represalias contra los pueblos donde las tropas no han sido bien recibidas y algunos son saqueados e incendiados. El diputado Tamarit es detenido. Los enfrentamientos entre campesinos y soldados menudean hasta que se produce una insurrección general en la región de Gerona que pronto se extiende a la mayor parte del Principado. El 7 de junio de 1640, fiesta del Corpus, rebeldes mezclados con segadores que habían acudido a la ciudad para ser contratados para la cosecha, entran en Barcelona y estalla la rebelión. «Los insurrectos se ensañan contra los funcionarios reales y los castellanos; el propio virrey procura salvar la vida huyendo, pero ya es tarde. Muere asesinado. Los rebeldes son dueños de Barcelona». Fue el Corpus de Sangre que inició la Sublevación de Cataluña.

 En diciembre se sublevaba el reino de Portugal y en el verano de 1641 se descubría la conspiración del duque de Medina Sidonia en Andalucía. Más tarde surgieron nuevas amenazas en Aragón, Sicilia y Nápoles.

La idea de la Unión de Armas propuesta por el conde-duque de Olivares fue

 inaplicable por la oposición de las Cortes catalanas. A partir de 1636 la guerra llegó a

sus propias fronteras, en la que no tendrían más remedio que colaborar las clases dirigentes catalanas (nobleza, clero y patriciado urbano), muy celosas de sus fueros y privilegios y que ya habían sufrido algunos agravios simbólicos por el rey y su valido. Los abusos del ejército sobre la población civil, tan habituales en todas las guerras de la época sin mirar si se efectuaban sobre la propia población o sobre el enemigo, despertaron en el campesinado una conciencia de opresión que originó la Guerra de los Segadores tras el Corpus de Sangre. La Generalidad catalana terminó por ofrecer su fidelidad al rey de Francia.

La concentración de los escasos esfuerzos de la monarquía en sofocar la revuelta catalana provocó la intensificación de los movimientos conspirativos que en Portugal pretendían la vuelta a una situación de independencia de la que no gozaba desde 1580. La imprudente pero necesaria petición de más impuestos y de apoyo a la nobleza portuguesa para sofocar la revuelta catalana (27 de octubre de 1640) precipitó los hechos, y el 1 de diciembre los descontentos proclaman como rey Juan IV de Portugal al duque de Braganza, sostenido por Inglaterra. Conseguirá con poco esfuerzo imponerse a los pocos apoyos de Felipe IV, tanto en el Portugal peninsular como en las colonias (con pocas excepciones, como Ceuta), y consolidarse en el poder.

Con poca diferencia de fechas, se detectó y reprimió con eficacia la conspiración del Duque de Medina Sidonia en Andalucía (1641), donde el Duque de Medina Sidonia pretendía establecer un reino separado, sin prácticamente ningún apoyo interior, y con un apoyo exterior que, si es que existió (una posible conexión con Portugal), fue irrelevante. Medina-Sidonia es encarcelado y Ayamonte ejecutado.

El Duque de Híjar protagonizó, junto con un personaje llamado Carlos Padilla (identificado como francófilo convencido), un intento similar en Aragón, unos años más tarde, en 1648.22 Ambas (la de Medina Sidonia y la de Híjar) han sido caracterizadas como una muestra de oportunismo de los aristócratas, similar al de la nobleza francesa de la época (La Fronda).

A raíz de estos rumores secesionistas, en el verano de 1648 encarcelan en Madrid a Miguel de Iturbide, político baztanés muerto en la cárcel de Santorcaz por considerarle el cabecilla de una conjuración separatista en Navarra.

También en 1648, este marino que había dirigido la Armada de Barlovento se pasa a los franceses y amenaza con una flota corsaria las naves españolas en el Caribe en los años siguientes. El origen navarro de su linaje también hizo circular rumores de que podía pretender sublevar Navarra.

Más graves consecuencias podría haber tenido la revuelta llama-da antiespañola de Nápoles (1647), movimiento popular con características de motín de subsistencia liderado por el pescador Masaniello. El apoyo inicial de algunos sectores de la nobleza y patriciado urbano duró poco al quedar claro que la mejor defensa de su situación privilegiada era el propio Felipe IV y las tropas españolas que, al mando de don Juan José de Austria, hijo natural del rey, entraron en la ciudad de Nápoles en febrero de 1648.

En Sicilia, donde había estallado una revuelta similar, sucederá lo mismo en septiembre de 1648.

La guerra en Europa no fue bien: ya se había perdido la batalla naval de las Dunas (1639) y se perdería la batalla de Rocroi (1643). El Tratado de Westfalia (1648) puso fin a la guerra en Centroeuropa y modernizó la diplomacia europea, haciéndola más realista y menos dependiente de la religión. Los Habsburgo de Viena sobreviven. La monarquía católica tiene que resignarse a todo. Se reconoce la independencia de Holanda (tras ochenta años de guerra con el paréntesis de la tregua de los doce años concedida por Felipe III), como más tarde se reconocerá la de Portugal (1668). La guerra con Francia continuó, pero la situación en Cataluña evolucionó favorablemente a los intereses de los Austrias, aunque la paz de los Pirineos (1659) significó la partición del territorio catalán, mientras su parte principal volvía a la situación anterior a 1640, pues se respetaron los fueros tradicionales.

A pesar de que podía haber sido aún peor, los más de cien años de hegemonía española en Europa pasaban a la historia. Quedaba patente la Decadencia española que muchos contemporáneos (incluso el mismo Olivares) denunciaban desde principios del XVII. Escaso consuelo eran para un pueblo exhausto los artificiosos lujos barrocos que simultáneamente triunfaban en el arte y la literatura del Siglo de Oro. Eso sí, quedó a salvo la pureza de la fe en toda la Monarquía católica.

A principios de 1643 Felipe IV autorizaba al Conde-duque de Olivares a que se retirara a sus tierras. Se constataba así el fracaso de «una política audaz de integración hispánica que acabó en un desastre casi total» y que «estuvo casi a punto de hundir la monarquía de Felipe IV».

Durante el siglo XVII, el trasvase de personas hacia las colonias fue creciente,

 estimándose en torno a las 4.000 personas anuales durante la primera mitad de siglo. Aunque estos hombres no eran en su totalidad, ni necesariamente militares o tropas enviadas exprofeso, contribuían inevitablemente a ampliar el espacio de dominio español, alargando las fronteras, colonizando territorios, fundando ciudades, pero también, generando un problema militar. Porque la expansión obligó a defender el territorio, construir fortificaciones y crear un sistema de financiación militar.

El problema de la defensa, por tanto, a lo largo del siglo XVII fue clave para el sostenimiento de España en América, máxime cuando el continente americano era ya un claro objetivo militar para los enemigos de España.

Esta preocupación trasladó instituciones y reglamentos a América de corte eminentemente castrense. Las ordenanzas militares se sucedieron ininterrumpidamente: con Felipe II, las de 1560-1562, así como la Ordenanza de Descubrimiento y Pacificación de 1573; Felipe III dictó las ordenanzas de 1598, 1603 y 1611; Carlos II implanta múltiples disposiciones legales de tipo militar en la Recopilación de 1680.

 Y si durante el siglo XVI, los ataques a las posesiones americanas fueron esporádicos y de escasos efectos reales sobre el sistema colonial español —como los famosos del pirata inglés Drake, que ya no ocurrirían de igual manera a lo largo de la centuria siguiente—, América sufrió innumerables ataques, cada vez mejor organizados, sufragados por estados rivales y planificados para impedir en lo posible los mercados y tráficos mercantiles indianos.

Entre 1685 y 1686, cinco ciudades panameñas fueron atacadas violentamente, y otras seis entre Nicaragua, Nueva España y el Perú: Portobelo en 1668 y Panamá en 1671 fueron saqueadas por el filibustero gales Morgan, asociado con otros filibusteros de la época: Christopher Myngs y el neerlandés Eduard Mansvelt, quienes realizaron su primera operación a gran escala en 1668 al saquear la ciudad de Puerto Príncipe —actual Camagüey— en Cuba; y durante el siglo XVII, varios enclaves españoles pasaron a manos enemigas: Aruba y Curacao a los holandeses en 1634; Belice en 1630, Jamaica en 1655, y Bahamas en 1670 a las de los ingleses; Martinica en 1635 y Santo Domingo en 1697 pasaron a manos francesas.

Guarnecidas tras fortificaciones que, hasta mediados del siglo XVII eran principalmente de madera, las tropas españolas constituían, de facto, el principal soporte de la defensa americana. Sin embargo, la procedencia de estas tropas era esencialmente americana y miliciana, y dotadas de muy escasa organización y profesionalización. Pese a que se ha escrito que el ejército americano disfrutaba en el siglo XVII de una superioridad peninsular de tropas, no existen datos suficientes para pensar que fuese cierto.

La continuidad de los ataques a las posesiones americanas y la amplitud de los de las zonas a defender, fue lo que llevó desde finales del siglo XVI a la creación de los Tercios del Mar Océano que, desde 1571, operaban allá donde se los necesitaba, incluyendo las posesiones americanas, y que en 1603 pasó a denominarse Tercio Viejo de la Armada Real del Mar Océano. Estas tropas eran las que, cuando las ocasiones lo precisaban, cruzaban el Atlántico para llevar a cabo operaciones defensivas concretas, después de las cuales regresaban usualmente a la península.

Estas acciones se produjeron a lo largo de todo el siglo XVII, como las expediciones a Barlovento de 1630, o a Brasil en 1634-1639.  Sin embargo, la presencia del factor humano peninsular fue, desde el punto de vista castrense, esporádica y coyuntural, porque la América española del siglo XVII no era aún un objetivo prioritario de las potencias rivales de Castilla, y los principales teatros de operaciones donde se fraguaba el destino de la hegemonía militar de los Austrias eran los campos europeos.

Con la firma de la Paz de Westfalia finalizaba la guerra de los Treinta Años en Alemania y la guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos en 1648, en los Pirineos 1659 y en Ryswick en 1697, se inició un nuevo orden en Europa central basado en el concepto de soberanía nacional.

Ante la pérdida de aquellas posesiones europeas, el reino de Castilla se vio en la necesidad de trasladar hacia América el eje del problema militar español, al ser la única esfera geográfica importante que pudo sostener frente a la presión del absolutismo francés y el empuje creciente de Inglaterra y Holanda. Además, la coyuntura fiscal de los últimos decenios del siglo XVII no permitía el envío de tropas por la simple inexistencia de recursos.

La monarquía de Carlos II tuvo que hacer frente a una endémica falta de dinero, recurriendo permanentemente a donativos voluntarios, empréstitos forzosos, impuestos extraordinarios y venta de cargos y títulos, todo ello en un desesperado intento por seguir haciendo frente a la presión militar de Luis XIV sobre los territorios españoles europeos, y convirtiendo en una utopía la posibilidad de envío de tropas a América.

Castilla fue incapaz de seguir aportando hombres y se tuvo que recurrir a territorios nuevos, como Navarra o la Corona de Aragón, así como al reclutamiento de extranjeros, principalmente irlandeses. Y en ninguno de estos casos, los hombres tenían destinos americanos porque las principales tensiones militares seguían estando en Europa. La única participación peninsular en la defensa de las Indias estuvo a cargo del traslado a las plazas americanas y a las armadas que las guarnecían de la mayor parte de las piezas de artillería que se producían en Castilla durante el siglo XVII.

Cartagena de Indias, en la costa del Caribe meridional, era el puerto más importante de América y pieza clave en el tránsito comercial que unía España y las Indias. Los Galeones de Tierra Firme amarraban en su imponente puerto y realizaban el primer gran intercambio comercial antes de continuar su singladura por aguas caribeñas. Pero pese a la importancia estratégica y comercial del territorio, su sistema militar estaba anticuado. Hasta mediados de siglo no se comenzaron a construir las primeras fortificaciones en piedra, su sistema de defensa naval era casi inexistente, y las tropas aún se organizaban siguiendo patrones feudales: las compañías pertenecían a un capitán —de quien recibían el nombre—, y era éste el encargado de la recluta, aprovisionamiento y control de sus hombres.

Pese a que las pagas era de procedencia pública el Fijo de Cartagena se nutría de hombres locales, sin formación militar profesional, y con tendencia natural a desertar en cuanto se dilataban los pagos. De igual forma, las milicias apenas representaban un factor digno de mención y carecían de importancia militar. Y aunque España se encontraba de nuevo en guerra contra Francia desde 1689, no había sido capaz de consolidar sus defensas en Indias, pese a que gran parte de los objetivos franceses eran obviamente las posesiones españolas coloniales.

En esta tesitura, cuando el francés barón de Pointis se presentó ante las murallas de Cartagena en 1697, el destino de la ciudad era inevitable. Sin cobertura naval y con unas tropas mal pagadas desde hacía dos años y reducidas a menos de la mitad, la conquista de Cartagena representó el punto más bajo y deshonroso de un sistema militar incapaz de sostenerse en América con sus propios recursos, ni de enviar refuerzos peninsulares.

Las consecuencias fueron trágicas para la ciudad, que quedó virtualmente desconectada del entramado comercial del que fuera protagonista principal durante veinte años, esquilmando sus ya de por sí exiguas arcas locales.

La tardía respuesta de la decadente España de Carlos II fue el envío del capitán Díaz Pimienta en 1699 con 500 hombres, 110 piezas de artillería, munición y armas. Fue el primer envío de tropas de un siglo que iba a representar una auténtica revolución respecto del papel de las tropas peninsulares españolas en la defensa de la América colonial. Las necesarias reformas del siglo XVIII.

La muerte de Carlos II en noviembre de 1700 desencadenó una nueva guerra europea por la sucesión al trono español, pero también por el control del mercado territorial americano. La guerra trajo consigo las rivalidades dinásticas, ambiciones y planes maximalistas tanto de los británicos como de la aparentemente invencible Francia de Luis XIV.

La pugna por la sucesión a la corona española puso de manifiesto-to los intereses de las grandes potencias por adquirir el control —directo o indirecto— de las posesiones americanas españolas, arrastran-do a todos los Estados importantes al conflicto. Pero pese a la supuesta superioridad militar de Francia, que apoyaba a su propio candidato, la guerra se tornó excesivamente larga y costosa para Luis XIV, cuyo Estado se encontró rodeado de enemigos y asfixiado financieramente.

Holandeses, británicos, prusianos, austríacos o catalano-aragoneses, suponían una combinación enorme habida cuenta de que los castellanos apenas disponían de un ejército capaz de contrapesar las fuerzas rivales, haciendo patente la grave crisis de un sistema militar antiguo y obsoleto. En efecto, la guerra se tornó crítica para los intereses españoles en América, cuyas posesiones y flotas tuvieron que ser protegidas por las escuadras francesas en el Caribe. Lejos de contribuir la península a la defensa indiana, se enviaban desesperadas órdenes para que se remitiera dinero para paliar las exhaustas arcas de Madrid.

El puerto de Cartagena de Indias, aún no repuesto de la tragedia de 1697, tuvo que sufrir permanentes amenazas de las armadas inglesas así como la pérdida de varios buques ante la inoperancia de las autoridades peninsulares. Resultaba paradójico, que las únicas fuerzas exteriores que recibió La Habana durante el conflicto fuesen granaderos franceses que organizaron, junto con milicianos locales, una exitosa incursión contra la colonia británica de Georgia.

El colapso americano hizo imprescindible una profunda reforma militar, toda vez que, sin defensas apropiadas ni tropas capaces de reforzar el continente, el componente mercantil —base de la fortaleza española— quedaba arruinado, como lo ejemplifica el que entre 1695 y 1721, no cruzara el Atlántico ningún convoy de Galeones.


Parte de mi libro del mismo título, inconcluso desde hace años.