El hombre detrás de las novelas

Por Francisco Casero Viana

Hay momentos en la vida en los que uno necesita detenerse, mirar hacia atrás y también hacia dentro. Este es uno de esos momentos para mí.

He dedicado los últimos años a escribir, investigar y compartir con vosotros novelas que son mucho más que historias. Son una parte de mi vida, de mis inquietudes, de mi forma de entender el mundo. Y lo hice desde la honestidad, con esfuerzo, con la voluntad de expresarme y dejar algo que pudiera perdurar más allá del tiempo.

Durante este largo camino he afrontado enfermedades graves, entre ellas varios tipos de cáncer. Contra todo pronóstico, he seguido adelante. He vivido más de lo que la mayoría esperaba y me he mantenido firme, incluso cuando el cuerpo me pedía rendirme. Ahora, en esta etapa más frágil pero también más serena, quiero hablarles no como novelista, sino como persona.

Hace un tiempo, un lector y reseñador, Mariano Velasco Lizcano, escribió sobre mí unas palabras que me marcaron profundamente. En su página Momentos para Discrepar, dijo que mi propia vida le parecía una de mis mejores novelas. Que había encontrado en mí a un superviviente, un gladiador frente a los avatares de la vida. No puedo describir con palabras cuánto agradezco esa visión, porque fue sincera y profundamente humana.
También escribió sobre mi obra Casus Belli: Bandera Falsa (1898–2010), considerándola una novela difícil de clasificar, dura, pero necesaria. Me enorgullece saber que, al menos para algunos lectores, mis libros no pasan sin dejar huella.

Hoy, con la conciencia clara y el corazón tranquilo, quiero decir algo muy sencillo:
Gracias.

Gracias a quienes me han leído. A quienes me han acompañado. A quienes han comprendido que lo que he escrito no era para entretener solamente, sino para invitar a pensar, a cuestionar, a mirar más allá de lo evidente.
Gracias también a quienes, como Mariano, han visto al ser humano detrás del autor. Porque he sido muchas cosas —comerciante, enfermo, lector, escritor—, pero ante todo he sido alguien que ha intentado vivir con dignidad, hasta el final.

No sé cuánto tiempo me queda, ni necesito saberlo. Lo importante es que sigo aquí, con mis libros, con mis pensamientos y, sobre todo, con vosotros.
Os dejo estas palabras como quien deja un mensaje en una botella: para que no se pierda, para que quede constancia de que viví, escribí, y no me rendí.

Gracias por estar ahí.
Un fuerte abrazo,
Francisco Casero Viana


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